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Jue, Nov

El día que la Suprema Corte murió de nada

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* Sin los necesarios ocho votos de ministros, la reforma al Poder Judicial se queda y la primera de las dos votaciones será en el 2025, ¿o aún puede echarse atrás?

* (Se pide a medios de comunicación NO plagiar las notas de Relatos Nayarit, por mínima vergüenza)

 

Cuando el reciente dos de junio se produjo el holgado triunfo electoral de los partidos MORENA, Verde y PT, llevando a la Presidencia de la República a Claudia Sheinbaum Pardo, pero sobre todo dominando la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, se pensó inmediatamente en la posibilidad de que prosperaría la reforma al Poder Judicial propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, como sucedió, y que llevará el próximo año y en el 2027 a la elección popular de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), además de magistrados y jueces federales, lo que representa un durísimo golpe a la independencia del Poder Judicial, el poder que da un equilibrio y emite resoluciones que controlan a los otros dos poderes: el Ejecutivo y el Legislativo.

Transcurridos más de cinco meses, el recorrido de este asunto ha dado cátedra de que además de una elección hay otros aspectos que pueden llegar a ser determinantes: uno de ellos es el económico, el que grandes inversionistas vean con preocupación lo que sucede en México y que daña a su democracia, lo que ha alterado el valor del peso, pero también las protestas realizadas por funcionarios del Poder Judicial Federal en todo el país.

Una reforma al Poder Judicial, se ha insistido en este espacio, era y sigue siendo necesaria en muchos aspectos pero siempre y cuando se respete su independencia, justo lo que no se hizo, sino todo lo contrario: la elección por voto popular someterá al Poder Judicial frente al poder político.   

Como es conocido, el tema fue abordado este martes cinco por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que necesitaba ocho votos –las dos terceras partes- para echar parcialmente abajo la reforma, pero se consiguieron siete: el de la ministra presidenta Norma Lucía Piña Hernández, el del ministro ponente Juan Luis González Alcántara Carrancá, lo mismo que Luis María Aguilar Morales, Ana Margarita Ríos Farjat, Javier Laynez Potysek, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Jorge Mario Pardo Rebolledo.

Mientras tanto, en contra del proyecto votaron las ministras Lenia Batres Guadarrama, Loretta Ortiz Ahlf, Yasmín Esquivel Mossa y el ministro Alberto Pérez Dayán, sobre quien han caído mayormente las críticas porque anteriormente sus votos habían sido junto al bloque mayoritario.

Así, la reforma al Poder Judicial se queda y la primera de las dos votaciones será en el 2025, ¿o aún puede echarse atrás?

Si someter al Poder Judicial fue una venganza política de López Obrador –no es posible que millones de personas que votaron por MORENA y aliados lo hicieran para una reforma que agraviará al país, además de su complejidad para entenderla-, ahora sólo restaría esperar que otra decisión política influya para dar marcha atrás…sí, desde Estados Unidos.

Resultaría paradójico que el futuro presidente del vecino país del norte, Donald Trump, posiblemente el personaje actual más ofensivo contra medio mundo, en algún momento reclame la reforma al Poder Judicial como violatoria al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) y nos dé una fuerte sacudida en el valor del peso para reconsiderar el tema.

Como diversas voces lo han advertido, la concentración del poder en personas vinculadas a la política, pasando por encima a quienes hacen carrera judicial, hará daño al país de diversas formas porque, como ha sido anotado en anteriores opiniones en este espacio, México va tener magistrados y jueces federales localizables, alcanzables, influenciables por el poder político y económico y, también se ha advertido, posiblemente por el crimen organizado.

Ya no serán magistrados y jueces federales de otros estados y asignados aquí, sino del nuestro, nayaritas quizás conocidos, familiares, amigos o enemistades y no, eso no es bueno en la impartición de justicia.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación murió de nada.

Se necesitaban ocho votos de sus ministros para hacer historia y decirle al Ejecutivo y Legislativo que reformas como ésta, que atenta contra la división de poderes, no pueden tener espacio en el país.

Así, si ésta reforma pasó, habrá que esperar que prosperen otras que vayan minando cada vez más la democracia.

Las horas de debate de la sesión del Pleno de la Suprema Corte es algo rescatable. Se hablaron fuerte, ironizaron, se recordaron votaciones contradictorias, pero sin caer en ofensas.

El ministro Pérez Dayán ahora carga como traidor que le atribuyen trabajadores del Poder Judicial, que veían en la Suprema Corte la última esperanza y que no dio para más.

 

 

 

 

 

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