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Jue, Nov

“Tengo prohibido morirme”

Especial
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* Sinónimo de lucha y solidaridad, la maestra Rosalina Martínez de la Paz cuenta que lo que más le duele es la pobreza, la desigualdad.

 

La maestra Rosalina Martínez de la Paz muestra una cartulina con una leyenda de protesta contra el alza del transporte público en Tepic, afuera de Palacio de Gobierno durante 2013.
Es la maestra que hace unos 30 años realizó una huelga de hambre frente a Palacio de Gobierno en defensa de la escuela Ricardo Flores Magón, que ella fundó en su pueblo Botadero, municipio de Santiago Ixcuintla, tras el embate del gobierno de Emilio M. González y Liberato Montenegro a través de la Sección 20 magisterial.
Es la maestra que hace 20 años, durante el gobierno de Rigoberto Ochoa participó en numerosas manifestaciones. En una de tantas, acorralada en un pasillo de Palacio, el entonces procurador Juan Ramón Sánchez mandó llamar a un médico para que la revisara, argumentando que tenía una enfermedad mental.
Siempre solidaria con las causas sociales, Martínez de la Paz sintetiza su vivir:
“Estoy del lado de la razón y me duele mucho la pobreza, la desigualdad, la represión que hay y por eso tanto miedo. Hay algunos como Rigoberto Ochoa que me decían ‘la loquita de Botadero’, pero no importa, porque mientras tenga vida, mientras puedan mis pies voy a seguir en la lucha”.
El miércoles 26 de febrero, la maestra Rosalina recibe a este reportero en su casa, donde hace unos años estuvo el subcomandante Marcos y en cuyas paredes no son pocos los cuadros y fotografías que le han regalado del Che Guevara, Marcos, Lucio Cabañas, Pancho Villa.
Hija de Marcelino Martínez Alcántar y Martha de la Paz Carrillo, considera que ese origen provinciano, ese andar y trabajar en las parcelas, ese nadar en la infancia en el río Santiago e ir a comer sandías, sus estudios juveniles en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio en el que se apoyaba a hijos de campesinos, le fueron formando una actitud crítica.
“Me gusta la lucha y siempre he sido de izquierda, me gusta tener amigos, ¡pero amigos de verdad!”, cuenta mientras recuerda su primer trabajo en la primaria Niño Campesino en Chichimequillas, Querétaro, en los años 60, de la cual pronto se quedó como responsable. Su mamá la llevó allá, la dejó encargada con una familia y luego se regresó llorando.
Años después Martínez de la Paz fue cambiada a un plantel de Palmarito, municipio de El Rosario, Sinaloa, y luego a Culiacán, donde fundó la escuela Henry Ford número 21. “Yo siempre iba a donde me necesitaban y siempre escogía el primero o sexto año. Eran tiempos en que se trabajaba de día y también de noche porque alfabetizábamos a los adultos”.
Una fotografía en la pared con maestras y maestros de esos años le provoca una sonrisa penosa. Eran tiempos de minifalda y ella no faltaba a la moda.
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“No me pude despedir de mis alumnos porque no quería venirme llorando, ni verlos llorar”, recuerda.
Finalmente de regreso a Nayarit, Martínez de la Paz regresó a Botadero, pero su formación de izquierda, dice, motivó un ataque del gobierno de Emilio M. González y Liberato Montenegro.
“Don Emilio creía que yo era un peligro porque apoyaba a los campesinos y Liberato no es leal a la educación, lo traté una vez y no dialogaba, sólo quería imponer, dar órdenes”.
Rosalina inició una huelga de hambre frente a Palacio de Gobierno. “Entonces no me importaba morir, tenía mucho coraje y quería defender mi escuela pero se la acabaron y ahora está abandonada”.
Cuenta que fue seguidora de Alejandro Gascón Mercado, regidora en Santiago Ixcuintla por el  entonces Partido Socialista Unificado de México (PSUM), cuyo sueldo donaba a las causas de su partido.
Tras la huelga de hambre y en peligro su vida, Rosalina continuó su trabajo de maestra en la escuela Ricardo Flores Magón de la colonia 2 de Agosto. Años después se cambió a la colonia Venceremos en la escuela Francisco Villa, donde se jubiló.
“Además de enseñar, el maestro tiene la obligación de luchar, estar del lado de la razón, no del represor ni del cacique”.
Señala que si algo le duele es la profundad desigualdad y la pobreza que existen. “Pero mucha gente no se manifiesta porque hay miedo y por la represión. En el gobierno de Rigoberto  desaparecieron a Hernández Nieves, mataron en tortura a un indígena de Atonalisco y a un hermano de nuestra compañera Esmeralda García. Teníamos que manifestarnos, pero había miedo”.
Durante el encuentro con este reportero, la maestra viste de negro por la muerte hace unos meses de uno de sus sobrinos, embestido por un vehículo en Estados Unidos.
Con un padecimiento respiratorio que la aqueja en tiempos de frío, agrega que con frecuencia tiene que ir al hospital. Pero saca fuerzas para levantarse cuando sabe que habrá una manifestación por una causa justa. Y ahí está presente porque hoy, dice, “tengo prohibido morirme”.

(La maestra en protesta. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)

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