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Vie, Oct

María Eugenia Jiménez y Aquilino Vázquez animan por más defensores del medio ambiente

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* “Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo, cada aguja brillante de pino, cada grano de arena de las riberas de los ríos, cada gota de rocío entre las sombras de los bosques, cada claro en la arboleda y el zumbido de cada insecto son sagrados en la memoria y tradiciones de mi pueblo.”

 

Durante la tarde del miércoles 16, en la Casa de la Cultura Jurídica de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ubicada en la esquina de las calles Durango y Abasolo, la ex presidenta municipal de Tepic María Eugenia Jiménez Valenzuela y el maestro de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Aquilino Vázquez García compartieron experiencias sobre un tema que les apasiona: el medio ambiente, la defensa de los recursos naturales, del agua y la tierra.

También ex diputada federal, Jiménez Valenzuela recordó por ejemplo de cómo en los años noventa impulsó la creación del Grupo Manglar que buscó la protección de las marismas, de los manglares que permiten el desarrollo de diversas especies, e incluso de la denuncia en el entonces Tratado de Libre Comercio que confrontó a la empresa Aquanova.

De igual forma, mencionó que en el 2008, siendo diputada federal por el PRD, al lado de Aquilino Vázquez y otros ambientalistas, e incluso con el visto bueno del ministro presidente de la Suprema Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia, se propuso en la Cámara de Diputados Federal la creación de tribunales ambientales en México, sin embargo la iniciativa no pasó a pesar de su importancia.

Entonces, ¿qué esperamos?, preguntó Jiménez Valenzuela, agregando que si los gobiernos no abordan el tema de manera adecuada, éste debe socializarse para que cada vez más personas participen.

Consideró que el planeta está llegando a un momento crítico por el abandono en que se encuentra.

La señora María Eugenia agregó que dejaría en la Casa de la Cultura Jurídica diversa documentación para consulta del público interesado.

Por su parte, el profesor Aquilino Vázquez expuso la importancia de no dejarle ésta situación del planeta a los jóvenes, sino de que cada vez haya más defensores del medio ambiente y, por consecuencia, de las generaciones futuras.

Por ello, agregó, la necesidad de trabajar mucho y en bloque, pero también matizó que no se debe polarizar porque debe haber un progreso, sino concientizar sobre lo que está pasando y lo que se puede agudizar, o qué se ha hecho mal, qué hay medio bien y qué se puede mejorar.

En coincidencia con la ex presidenta municipal de Tepic, se pronunció por la necesidad de tribunales ambientales que eleven los derechos de los ciudadanos.

¿Cómo lograr que la agricultura y la ganadería de Nayarit tengan una mayor promoción, la respectiva certificación, y que se reconozca como alimentos de calidad? Implementando políticas públicas más eficaces y aplicarlas. No más legislaciones en las rodillas y detrás de un escritorio, sino escuchar a todas las voces para entender por qué están pasando las cosas y qué se puede hacer a partir de una mejor planeación.

Se trata, apuntó, de aprender a no ver una cuenca sólo como un río, sino un río con flora, fauna, con pueblos a su paso y muchas otras cosas.

Aquilino Vázquez García describió la migración que está ocurriendo en muchas partes del mundo, en África en concreto, donde la gente tiene tierras, sí, pero se va porque son tierras que ya no están produciendo nada.

Ante decenas de asistentes en la Casa de la Cultura Jurídica, incluso preguntó por qué se han asentado en Nayarit cada vez más personas de otros estados de la República.

Habló de que muchos de los presentes nacimos en la época de los pañales de tela que se lavaban, pero al rato la economía y el dinero implantaron los pañales desechables.

En resumen, ambos expositores coincidieron en la importancia de que los ciudadanos busquen tener acceso a información sobre estos temas y participen e incidan en hacer valer sus derechos a un mejor medio ambiente.

El maestro Quirino Vázquez dejó una tarea a los asistentes: buscar por Internet y leer la “Carta de la Tierra”, y especialmente la “Carta del Gran Jefe Seattle”.

Ésta última fue escrita por El Gran Jefe Indio Seattle y la dirigió en 1854 a Franklin Pierce, presidente de Estados Unidos.

Dice así en los primeros párrafos:

“El Gran Jefe de Washington envió palabra de que desea comprar nuestra tierra. El Gran Jefe nos envía también palabras de amistad y buena voluntad. “Apreciamos mucho esta delicadeza porque sabemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco vendrá con sus armas de fuego y tomara nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington puede confiar en la palabra del Gran Jefe Seattle, con la misma certeza que confía en el retorno de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas del firmamento.

“¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?, esta idea nos parece extraña.

“Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del brillo del agua, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?

“Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo, cada aguja brillante de pino, cada grano de arena de las riberas de los ríos, cada gota de rocío entre las sombras de los bosques, cada claro en la arboleda y el zumbido de cada insecto son sagrados en la memoria y tradiciones de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo los recuerdos del hombre piel roja.

“Los muertos del hombre blanco olvidan la tierra donde nacieron cuando emprenden su paseo por entre las estrellas, en cambio nuestros muertos, nunca pueden olvidan esta bondadosa tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas, el venado, el caballo, el gran águila, todos son nuestros hermanos. Las escarpadas montañas, los húmedos prados, el calor de la piel del potro y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

“Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco de Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco nos dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir cómodamente. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos.

“Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

“Esta agua cristalina que escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es solamente agua, sino también la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus hijos que ella es sagrada y que los reflejos misteriosos sobre las aguas claras de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua de los ríos es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan a nuestras canoas y nos dan peces para alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deberán recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también los suyos, y por tanto deberéis tratar a los ríos con la misma dulzura con que se trata a un hermano…”

Ojalá que los lectores de este trabajo puedan acceder a la histórica carta completa del Gran Jefe Seattle, con la respectiva búsqueda por Internet.

(María Eugenia y Aquilino en la Casa de la Cultura Jurídica. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)

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