* Si el gobierno-PRI decidió que debía ser Salinas de Gortari y no Cuauhtémoc Cárdenas, así sucedió. Y así ocurriría con López Obrador-MORENA: el presidente decidiría por quien más le plazca.
En 1988, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano debió haber sido presidente de México, no Carlos Salinas de Gortari.
Pero tras aquella jornada electoral ocurrió la sabida “caída del sistema” fraguada por Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación, y al día siguiente el país se despertó con el triunfo oficial de Salinas.
A 34 años de distancia, encuentro ese hecho para advertir lo que significaría que el control del órgano electoral regrese al gobierno como lo pretende el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Él mismo, se ha insistido, no habría sido presidente si en el 2018 no existiera el Instituto Nacional Electoral (INE) que ahora pretende borrar.
Y quién lo diría: aquel Manuel Bartlett es un protegido de Andrés Manuel desde la Comisión Federal de Electricidad.
En las últimas semanas se ha advertido que desaparecer al INE significaría una regresión de más de 50 años en la vida democrática del país, por ello cabe recordar lo sucedido con Cuauhtémoc Cárdenas: si el gobierno-PRI decidió que debía ser Salinas de Gortari, así sucedió. Y así ocurriría con López Obrador-MORENA: el presidente decidiría por quien más le plazca.
Y no sólo llevaría a la presidencia a Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López o a Marcelo Ebrard, en ese orden –Ricardo Monreal no tendría posibilidades porque no le guarda una fidelidad ciega-, sino que busca perpetrarse en el poder más allá de quien lo siga en el cargo.
El presidente le habla al país todas las mañanas para justificarse, para culpar a otros, no para abocarse a atender situaciones que nos afectan a todos, ¡a todos!: la inseguridad, la carencia de medicinas.
Si durante decenas de años se pidió al país que abriera los ojos frente a la “dictadura perfecta” que significó el PRI, ahora podríamos estar en las mismas.
El presidente no tolera la crítica, al INE o a cuanto organismo o individuo no le rinde cuentas.
Es él, sólo él.
Se ha apropiado de instituciones que venían teniendo una tarea muy importante, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), donde colocó a una fiel Rosario Piedra Ibarra.
Algo así es lo que quiere el presidente en el órgano electoral: que se incline la cabeza para que decida a su gusto.
Aquí cabe añadir cómo ha reclamado, incluso expuesto a los jueces que conceden amparos porque frenan disposiciones desde el gobierno. Él quiere ser todo, incluso dominar al Poder Judicial.
A todo esto habría que añadir una situación no menos preocupante: la cada vez mayor influencia y presencia que el presidente ha dado a la Secretaría de la Defensa Nacional y a la Secretaría de Marina. Por ello, como ya se indicó alguna vez en este espacio, apelemos a que el general Luis Cresencio Sandoval González y el almirante José Rafael Oreja Durán, antes de serle fiel al presidente, lo sean del país.
No se discute que si en el INE hay corrupción ésta deba ser combatida. O que si se dan sueltos altísimos deban ser disminuidos. O que debe mejorarse la fiscalización a los partidos. Adelante con todo ello.
Pero de eso a que el gobierno organice las elecciones es otra cosa.
Cuatro años de López Obrador como presidente son suficientes para advertir el peligro de pretender concentrar todo.
Si acostumbra referirse “al pueblo bueno” que confía en él, es precisamente ése pueblo el que está atento a las jornadas electorales como presidentes de casillas, secretarios y demás. Y justamente eso está funcionando.
Se insiste: el presidente no sólo buscaría asegurar el triunfo de MORENA en el 2024, sino perpetuarse más allá.
Así, este domingo miles de ciudadanos salieron a las calles de la Ciudad de México y en otros puntos del país, para protestar contra la embestida al INE.
“El INE no se toca”, es el lema de defensa.
José Woldenberg, el primer presidente que tuvo el Instituto Federal Electoral, ahora INE, pronunció un discurso. Algunas de sus partes son las siguientes:
“…el problema mayúsculo, el que nos ha traído aquí, el que nos obliga a salir a las calles, el que se encuentra en el centro de la atención pública, es que buena parte de lo edificado se quiere destruir desde el gobierno.
“México no puede volver a una institución electoral alineada con el gobierno, incapaz de garantizar la necesaria imparcialidad en todo el proceso electoral. Nuestro país no merece regresar al pasado porque lo construido permite elecciones auténticas, piedra angular de todo sistema democrático (…)
“México no merece una reforma constitucional en materia electoral impulsada por una sola voluntad por más relevante que sea. Hay importantes lecciones en el pasado: las reformas que fueron fruto de voluntades colectivas forjadas con los métodos probados y comprobados del diálogo y el acuerdo (...)
“México viviría conflictos evitables, innecesarios, interminables y costosos si las normas electorales no son producto del consenso de las principales fuerzas políticas del país (...)
“Hacemos un llamado a todos los grupos parlamentarios –sí, a todos-, sin exclusiones ni excepciones, los que conforman las Cámaras del Congreso Federal y de los 32 congresos en las entidades, a que defiendan lo edificado en materia democrática y no conduzcan a nuestro país a una etapa venturosamente superada: la del autoritarismo que se auxiliaba de autoridades electorales a modo (…)
“Por ello decimos:
“No a la destrucción del INE.
“No a la destrucción de los institutos locales.
“No a la pretensión de alinear a los órganos electorales a la voluntad del gobierno.
“No al autoritarismo.
“Sí a la democracia.
“Sí a un México democrático.”
(En la foto, José Woldenberg)
* Se pide a medios de comunicación NO plagiar las notas de Relatos Nayarit.
Que 1988 no se repita
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