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Jue, Abr

Personas desaparecidas: los relatos que duelen tanto

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* “Los días se te hacen noches con la esperanza de que regrese. Uno se siente sola y ya no sabe a dónde ir”, narra Sonia Pérez, mamá de un joven de 18 años.

 

Esta no es una lista de asistencia en un salón de clases. Tampoco una lista de quienes reciben beneficios de algún programa social. 

No. Es una lista cruda que muestra una realidad en el estado: la de personas desaparecidas y cuyos nombres, junto con la fecha de desaparición, son anotados en una hoja blanca por sus familiares que los han buscado y han lloraron mucho, y que ahora se manifiestan y exigen una respuesta del Gobierno del Estado.

Ulises E. Zuno Cárdenas, 2 de abril 2017; Manuel de Jesús Ortiz Pérez, 6 de julio 2017; José de Jesús Caloca Razura, 4 de julio 2017; Iván Augusto Núñez Ledón, 25 de junio 2017; José María Esparza Estrada, 13 de julio 2017; Juan Miguel Hernández Murillo, 6 de octubre 2013; Karen Estefanía Pérez Moya, 22 de junio 2017; Santiago Pérez Reyes, 22 de junio 2017; Rigoberto Vázquez Rodríguez, 22 de junio 2017”, y la lista crece y crece.

Manuel de Jesús es un joven que el próximo 15 de septiembre cumplirá 19 años. 

La mañana del seis de julio, montado en su motocicleta salió de su casa en Francisco I. Madero (Puga), municipio de Tepic, para dirigirse al rancho El Salado, a unos cuantos kilómetros de distancia. Ahí trabaja, en labores del campo y atendiendo animales, detalla su mamá Sonia Pérez Guerrero. Regresó a comer al mediodía y se fue nuevamente alrededor de las 4:30 de la tarde. Acostumbraba volver en la noche pero de él no se sabe más.

Avanzada la noche de ese jueves, Sonia Pérez empezó a marcar al celular de su hijo, pero no respondió. Al día siguiente los familiares arribaron a la Fiscalía General del Estado (FGE) creyendo que quizás estaría detenido, pero les pidieron esperar 72 horas para tomarles la denuncia. 

En Puga, sobradas muestras de apoyo ha recibido Sonia, al igual que las familias de al menos otros dos jóvenes que estarían en la misma situación.

La foto de Manuel de Jesús y la leyenda en una cartulina, implora:

“Te queremos de regreso. Tu familia Ortiz Pérez te espera con los brazos abiertos”.

Sonia dice que han recorrido todos los hospitales y la búsqueda continúa hasta en los cerros. 

“Los días se te hacen noches con la esperanza de que regrese. Uno se siente sola y ya no sabe a dónde ir”, añade entre lágrimas. Por cierto, la motocicleta del joven fue encontrada en el citado rancho.

A través de redes sociales se convocó a esta manifestación frente a Palacio de Gobierno la mañana de este jueves, y las familias de desaparecidos surgieron de inmediato. Pero faltan muchos. Ahí estaban las madres y padres, las esposas, los hijos, los hermanos.

El encuentro ha identificado a estas familias y, según añaden, continuarán exigiendo al gobierno para que se conozca el paradero de sus parientes.

ULISES 

Ulises Zuno Cárdenas cumplió 31 años el 14 de julio. A eso de las 9:30 de la noche del dos de abril, un domingo, salió de casa de sus padres en la colonia Peñita para dirigirse a su domicilio cerca de la escuela CETIS 100. Es contratista de obras.

Su hija mayor, de siete años, se quedó en casa de los abuelos, en tanto que él pasaría a comprar unos tacos para llevárselos a su esposa, de profesión doctora, y a su menor hija de dos años. 

Manejaba una camioneta Ford Lobo, modelo 2002, color negra. Ulises nunca llegó a su casa a pesar de que jamás se ausentaba, según la narración de su hermana Gema.

El siete de abril, la camioneta fue hallada en la colonia Matatipac, abandonada. De él no se sabe más.

EL 22 DE JUNIO 

Santiago Eloir Pérez Reyes, de 28 años, es soldador certificado. Alrededor de las 10 de la noche del jueves 22 de junio habló por celular con su esposa para decirle que estaba terminando un trabajo de soldadura en un casino, en el fraccionamiento Jacarandas.

Fue la última comunicación que tuvieron. Unos días después la desaparición de Santiago fue divulgada en redes sociales y su esposa recibió una llamada anónima: le decían que hombres armados habían “levantado” a varios, entre ellos su marido y que, le aseguraban, ya estaría muerto.

Posteriormente decidió cambiar de número de celular porque se le pretendió extorsionar: le exigían 30 mil pesos, supuestamente a cambio de su pareja.

Esa misma noche y aparentemente en el mismo lugar desapareció Rigoberto Vázquez Rodríguez, de 47 años y de oficio mecánico. Trabajaba en el  mantenimiento del casino, en cosas de limpieza del jardín o de una alberca, de pintura.

Las dos familias acaban de conocerse y, según dicen saber, esa noche del 22 de junio hubo más desaparecidos. Alguien se los llevó.

Rigoberto tiene cinco hijos, mientras que Santiago, dos.

YAJAIRA LIZETH 

La señora Guadalupe Rea es mamá de Yajaira Lizeth Martínez Rea, la cual, acepta, es un caso singular. Dice saber que el viernes 14 fue recluida en la penal de Tepic, pero aparentemente ya recuperó la libertad y no sabe su paradero. Tiene 26 años y es mamá de cuatro niños que le ayuda a cuidar, el más pequeño, Tadeo, de un año.

Su denuncia es porque mientras personal del penal le aseguran que su hija no está ahí, otras fuentes le indican que continúa en prisión.

En su mayoría, las personas que se manifestaron este jueves vestían de blanco. A la sala de juntas de la Secretaría General de Gobierno arribaron funcionarios de la Fiscalía General, encabezados por Carlos Alberto Rodríguez Valdés  “Wili”, que se comprometieron a continuar las investigaciones, aunque aclararon que habría casos en que, por el debido sigilo, omitirían proporcionar detalles.

Las personas consultadas coincidieron en la importancia del encuentro para no sentirse solas y poder compartir sus experiencias.

Hay un común en los relatos: el estar siempre expectantes a cualquier noticia de ejecuciones, de hallazgos de cuerpos, por lo que no son pocos los que han acudido al Servicio Médico Forense (SEMEFO) para ver si se trata de su familiar. O bien observan las fotografías de los cadáveres.

Los desaparecidos en los últimos años en el estado podrían sumar cientos.

Así es la angustia del familiar. Una angustia sin fin.

(Fotos: Oscar Verdín/relatosnayarit)

 

 

 

 

 

 

 

 

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