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Jue, Dic

De la Mololoa, el nayarita condenado a muerte en Estados Unidos

Especial
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* Recluido en la cárcel de San Quintín, cerca de San Francisco, Enrique Parra Dueñas aún no tiene fecha de ejecución; su hermano Martín pide mayor presión del gobierno de México para frenar la muerte de paisanos en el país vecino. 

 

A finales del 2013 se cumplieron 16 años de que el nayarita Enrique Parra Dueñas permanece en una cárcel de Estados Unidos, esperando fecha para su ejecución puesto que fue sentenciado a la pena de muerte.

Parra Dueñas fue vinculado con el asesinato, a balazos, del policía Michael Hoening ocurrido en la zona de Los Ángeles, California, el 30 de octubre de 1997. 

De 38 años de edad, el nayarita se encuentra en la cárcel de San Quintín, a unos 20 kilómetros de la ciudad de San Francisco, California. Fue recluido ahí desde que concluyó el juicio en Los Ángeles. 

Su familia es nativa del municipio de Amatlán de Cañas, aunque él nació en Tepic y se crió en la colonia Mololoa. Muy joven se fue a Estados Unidos.

Jubilado del Ayuntamiento de Tepic, Martín Parra Dueñas ha visitado varias ocasiones en San Quintín al menor de sus hermanos, la última de ellas en octubre del 2012.

Martín indica a este reportero, por los comentarios de su hermano, que la defensa ha insistido en que se cometieron violaciones en el proceso, pero el juez se ha negado a reabrir el juicio. 

En California viven otros hermanos de Enrique, que suelen visitarlo. Además, representantes de una asociación civil están pendientes de su caso y la de otros reos. Hace unos años, incluso, una integrante de esa organización estuvo en Tepic y Amatlán de Cañas para documentar el origen de Enrique Parra Dueñas.

Pero a diferencia de ello, es prácticamente nulo el apoyo que le ofrece el Gobierno de México, indica Martín Parra. En una ocasión, siendo presidente Vicente Fox le escribió una carta que entregó en manos de una de sus auxiliares durante una gira de trabajo que efectuó por Nayarit, pero jamás recibió contestación.

ENFERMO, EN SILLA DE RUEDAS

Por regla, en San Quintín los reos traen el pelo casi a rape. Enrique tampoco usa bigote. Mide aproximadamente 1.70 metros.  

Martín explica que para visitar a un reo de San Quintín, el familiar debe hacer una solicitud por teléfono y con anticipación de entre tres semanas a un mes ante las autoridades de la cárcel, que le notificarán el día y la hora para presentarse. Pero si no se está puntual, se perderá la cita.

Durante la visita, tanto el reo como quienes lo acompañan permanecen en un espacio con rejas, sin contacto con otros presos y sus parientes. Normalmente el tiempo para visitas es de dos horas, pero en el caso de los Parra, que llegan de lejos, se les permite hasta cuatro horas.

Las órdenes son estrictas. A los visitantes se les hace saber que si escuchan una alarma, deben quedarse quietos en el lugar que estén. Y es que si hacen algún movimiento, se arriesgarían a ser sometidos con violencia por los guardias.

Y si por olvido o desconocimiento se lleva ropa en color no permitido, se puede acudir a un negocio cercano, donde prestan diversas prendas a cambio de alguna moneda.

Agrega que después de muchos años de acudir a San Quintín, ha aumentado la seguridad interna, debido a las riñas entre presos.

En una ocasión, la señora Jacoba Dueñas hizo el viaje a Estados Unidos para ver a su hijo, pero no lo consiguió porque el día fijado para su ingreso hubo una riña de internos y se impidió el arribo a los visitantes. La mamá de Enrique falleció posteriormente y nunca supo de la pena de muerte impuesta.

En enero reciente, hermanos de Enrique Parra que radican en California estuvieron en Tepic. Antes de venir estuvieron en San Quintín, donde encontraron a Enrique en silla de ruedas, con dolencias en la cintura y la espalda. Y su situación legal, sin cambio: latente la espera de fecha de ejecución.

Martín señala que su familia desearía una decisión más fuerte del gobierno de México para frenar la ejecución de paisanos en Estados Unidos, y no esperar que se acerque la fecha para intentar reaccionar, como sucedió recientemente con la ejecución de Édgar Tamayo Arias en el estado de Texas.

(Enrique Parra en San Quintín. Foto de una foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)

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