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Sáb, Dic

Una anécdota, un singular encuentro con el general Jesús Gutiérrez Rebollo

Especial
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* El militar falleció el pasado 19 de diciembre; antes de su detención estuvo en Tepic, entonces titular de la Quinta Región Militar.

 

El pasado 19 de diciembre murió en el Hospital Central Militar, en la ciudad de México, el general de División Jesús Gutiérrez Rebollo, a los 78 años de edad.

Detenido en febrero de 1997 por presuntamente tener vínculos con el Cártel de Juárez, Gutiérrez Rebollo en esa época era titular del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas. Unos dos años antes, este reportero tuvo un singular encuentro con el general, entonces titular de la Quinta Región Militar a la que pertenece la Treceava Zona Militar que comprende a Nayarit.

Aquí cuento esa anécdota:

Una tarde en la redacción del periódico Meridiano se presentaron dos militares en busca del reportero Francisco Palomares y de quien esto escribe. De parte del general Guillermo Martínez Nolasco, comandante de la Treceava Zona, nos invitaban a un desayuno en el campo militar.

Al día siguiente llegamos puntuales, acompañados por el reportero Marcos Beltrán. Varias mesas con manteles habían sido acomodadas en un área de pasto, bajo la sombra de árboles. Y hasta entonces nos enteramos de la presencia del general Gutiérrez Rebollo.

Para mi sorpresa, no asistieron más personas y así, sin esperar a más se sirvió el desayuno, variado. 

El general de División era el centro de la plática. Me pareció entonces que contaba con un toque natural de dicharachero.

Por ejemplo, contó que en un pueblo, sepa Dios dónde, cuando había algún problema entre los lugareños se buscaba el consejo del hombre más anciano, que siempre solía tener la razón.

Así, en una ocasión llegaron a él dos hombres con un lío: uno de ellos sembró en el patio de su casa una mata de sandía, pero la guía cruzó al corral del vecino y ahí creció el fruto, que ambos individuos se disputaban.

Tras escuchar la historia, el hombre sabio no vaciló en indicar que la sandía era de quien sembró la mata y pidió al otro entregársela, pero como éste se resistía, entonces le preguntó, enfadado: 

“Si tú vecino te mete el dedo en el culo, ¿de quién es el dedo, tuyo o de él?”. Y así, sin encontrar mejor ejemplo, la sandía llegó a manos de su legítimo dueño. 

El relato arrancó risas en aquella mañana fresca.

*

Nos despedimos del general de División y se retiró junto a sus auxiliares. Entonces el general Martínez Nolasco me comentó que Gutiérrez Rebollo quería platicar conmigo. Avanzamos a una oficina, a la que entré solo. Gutiérrez Rebollo permanecía sentado tras un escritorio y lo acompañaban otros dos militares.

Ahora serio, el general explicó que a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) había llegado una carta en la que un grupo de ciudadanos nayaritas supuestamente denunciaba los malos pasos del general Martínez Nolasco. Y entre los supuestos firmantes del documento estaban los nombres de Oscar Verdín Camacho, Francisco Palomares y otro grupo de personas. 

Recuerdo haber tomado en mis manos copia del documento y obviamente le comenté al general que eso era falso. Yo no había firmado tal cosa y, además, era conocido que el general Martínez Nolasco había efectuado importantes golpes al narcotráfico.

Entonces descubrí el nombre de Francisco Palomares y lo hicieron llamar. Palomares también estaba sorprendido. Recuerdo haber comentado que quien redactó el documento había tomado nombres al azar: el mío estaba completo porque así firmo mis notas, pero el de Palomares sólo su primer apellido.

Gutiérrez Rebollo nos preguntó si aceptaríamos declarar nuestra opinión sobre la carta y así lo hicimos. Simplemente negamos cualquier relación. Nos despedimos del general y afuera encontramos a Martínez Nolasco. 

Minutos después declaramos ante una agente del Ministerio Público Militar. Por cierto, Francisco Palomares, de naturaleza rica en bromas, la hizo reír a su antojo.  Si ella preguntaba si conocía a tal o cual nombre en la carta, él respondía que no, que su trabajo consistía en perseguir en su moto a ambulancias y patrullas, y retratar a heridos o detenidos.

Días más tarde me enteré que otros supuestos firmantes de la carta también habían sido buscados.

Nunca más volví a ver al general Jesús Gutiérrez Rebollo. 

Tiempo después fue detenido, recluido un tiempo en el penal federal El Rincón. Según las notas periodísticas, la defensa legal continuará en su lucha para acreditar su inocencia, aunque el divisionario ya esté muerto.

 

 

 

 

 

 

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