* “Los Chapos” en una zona, y Los Zetas-Beltrán Leyva en otra, así eran mantenidos los grupos rivales en la cárcel estatal en los años que libraron una encarnizada batalla.
Aunque la penal de Tepic es una cárcel de mediana seguridad, hace unos años en que el cártel de Sinaloa de Joaquín “El Chapo” Guzmán libró una encarnizada batalla contra Los Zetas-Beltrán Leyva, cuando se producían detenciones de sujetos vinculados a estos grupos y eran recluidos en la penal, se temía la generación de problemas mayores.
En la medida de lo posible, se optó por mantenerlos separados. “Los Chapos” en una zona, y Los Zetas-Beltrán Leyva en otra.
Incluso, a los reos de nuevo ingreso vinculados a la delincuencia organizada se les preguntaba, por razones de seguridad, a cuál grupo pertenecían. Y todos confesaban, por miedo a quedar al alcance de los rivales.
En esos años se pedía pronta intervención del gobierno federal para trasladar a reos de alta peligrosidad a otros penales, lo que no siempre era en pocos días.
Lo anterior es un ejemplo de la situación que ha enfrentado la cárcel estatal, a la cual se volteó a ver luego de la matanza de reos ocurrida la semana pasada en la penal de Topo Chico, en Monterrey, Nuevo León.
Igual que aquella, la de Tepic se encuentra en un área poblada de la ciudad, a unos metros de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), y padece un hacinamiento de internos, con frecuencia 12 ó más por celda.
Una fuente consultada consideró que uno de los riesgos mayores en la penal de Tepic sería si se presentan incendios, principalmente en la noche en que los reos están dentro de celdas, por la cantidad de materiales existentes: ropa, madera, papel.
“Son cientos de candados y llaves y para abrir las celdas sería un caos. Los incendios siempre han sido de lo más temido”.
Con la condición de no ser identificado, señaló la urgencia de que sea construido otro penal pero en el que no se rompan las reglas. Por ejemplo, indicó que los internos no deben contar con negocios de ningún tipo como tiendas de abarrotes o restaurantes, sino, en todo caso, que la iniciativa privada tenga participación en la generación de empleos.
“La mano de obra ahí está y se pueden hacer desde uniformes hasta trabajos de carpintería, herrería, zapatos”.
Apuntó que resulta prácticamente imposible evitar el autogobierno de internos, por el hacinamiento que impera y por la imposibilidad para que se rija por un reglamento estricto.
“Se cuenta con poco personal de seguridad y si a eso le añades que casi todos los días hacen traslados a la penal El Rincón, o que se destinan guardias para reos en algún hospital, van quedando menos custodios”.
Por ello, acabar con los “privilegios” no es fácil, y ni siquiera se refirió al consumo de drogas o alcohol, sino aspectos más simples como pudiera ser una televisión.
“No tienes idea lo que puede repercutir si le quitas una televisión a un reo. Puede haber un problema grande. Son cosas ya arraigadas y se trata de evitar más conflictos”.
De esa forma, se opta por mantener una seguridad con dos aspectos básicos: que no haya riñas que desencadenen asesinatos y tampoco fugas.
“Lo ocurrido en Monterrey nada más será comentado unos días y después ahí quedará todo para la historia. Ya nadie hablará más y así ha sucedido siempre. Pero se necesitan fuertes inversiones de los gobiernos para construir nuevos penales y donde se cumplan reglas, en la que participe la iniciativa privada generando empleos para que el interno pueda, con su trabajo, sostener a su familia”, finalizó.