* En el arranque del sexenio, hay un aspecto que debe mejorarse de inmediato: la seguridad personal de la presidenta respecto a lo visto en los últimos meses.
* (Se pide a medios de comunicación NO plagiar las notas de Relatos Nayarit, por mínima vergüenza)
Entre las cosas que empiezan a marcar diferencia entre la presidenta de México Claudia Sheinbaum Pardo y su antecesor Andrés Manuel López Obrador, es que este miércoles estará en Acapulco, Guerrero, cuyos habitantes, junto a otras partes del país, sufren por el reciente paso del huracán John que ha dejado muertes y cuantiosos daños materiales.
El ex presidente López Obrador había dejado de ir a zonas de desastres con el argumento de que se le faltaría el respeto a la investidura presidencial.
Hay una importancia en que la presidenta Sheinbaum Pardo vaya a Acapulco, para que los desamparados sientan el respaldo de la máxima autoridad del país, e incluso para que puedan expresar reclamos si se sienten abandonados.
En el arranque del sexenio, hay un aspecto que debe mejorarse de inmediato: la seguridad personal de la presidenta respecto a lo visto en los últimos meses. Un ejemplo de lo anterior ocurrió el fin de semana cuando un trabajador del Poder Judicial Federal (PJF) consiguió entrar a un elevador en que estaban Claudia, Andrés Manuel y algunos colaboradores, y si bien el quejoso se concretó a hacer observaciones sobre la reciente reforma al PJF, habría que imaginar lo que pasaría si se tratara de un fanático inconforme con ambos políticos.
No se vería mal la presidenta con un buen equipo de seguridad, prudente pero efectivo, o viajando en vehículos blindados.
Claudia Sheinbaum recibió la banda presidencial de Ifigenia Martínez, reconocida luchadora social y líder de la izquierda en México.
Se vio bien que en su arribo a lo alto de la tribuna de la Cámara de Diputados se aproximó para saludar a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y que ha resistido los embates de López Obrador, y se hubiera visto mejor, con el riesgo de equivocarme, de otro saludo a Piña después de su discurso y ya con la banda presidencial.
En cambio, se refugió en su mentor y en Ifigenia, a quien llenaron de besos.
Bien por el reconocimiento en voz de la presidenta a las mamás, las abuelas, las indígenas, y la petición para llamar a una doctora así, doctora, o a la maestra, a la licenciada, a la jueza.
En el discurso de la primera presidenta de México en su historia se percibió, también, una especie de obligación por llenar de elogios a López Obrador, a quien puso a la altura del presidente Lázaro Cárdenas, y una obligación, también, para lanzar duros golpes a los presidentes Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, el primero que impulsó un cambio en la conformación de la Suprema Corte, y el otro por la forma en que fueron combatidas las organizaciones criminales. O bien cuando mencionó que la reforma al Poder Judicial le dará más autonomía, cuando muchos consideran que será al contrario, al ser golpeada la independencia del PJF.
En una parte, en los primeros minutos del discurso, la presidenta habló de la necesidad de evaluar con datos duros el paso de los recientes seis años de gobierno. Ojalá que esto sea tomado muy en serio y se acepte que se trata de la administración con mayor número de asesinatos y que deben atenderse con urgencia la seguridad, la educación, la salud, entre muchos otros temas.
La esperanza del país está depositada en Claudia Sheinbaum, que arranca su gobierno con la seguridad de más programas de pensiones y becas, pero también con muchos funcionarios de primer nivel que parecieran de mayor confianza a López Obrador que a ella.
Ahí tiene ya un desafío: cómo ir desprendiéndose de personajes e imprimir un estilo propio, pues comprobado está, solemos decir, que las segundas partes nunca son iguales.
Claudia Sheinbaum pronunció que pondrá su vida misma al servicio de la Patria, que no defraudará, que gobernará para todos -los que votaron por ella o por otra persona o los que simplemente esperan, sin partido alguno, que el país sea conducido de la mejor manera.
Un periodista de Milenio comentó durante la transmisión por televisión que nunca había visto que el presidente saliente fuera más ovacionado que, en este caso, la presidenta entrante.
“México es un país maravilloso”, expresó la primera presidenta de nuestro país.
Ahora, a trabajar.
De lo mejor, que este miércoles irá al golpeado Acapulco
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