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Jue, Abr

Nicolás López, ex soldado, ex policía, y compositor de corridos

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* “El día primero de agosto/ del año setenta y cuatro/ me incorporé yo a las filas/ de mi general Castro y Castro/ me pidieron la cartilla/ y también siete retratos”.

 

Hay que estar pendiente de la tonada de las palabras del señor Nicolás López Morán, porque puede hablar muy en serio pero también en broma: “yo no terminé la escuela…me faltaron los enjarres”. Y se ríe.

Si se le pregunta qué ocupación tiene, responde: “soy ingeniero…pero para cruzar las calles”. Y se vuelve a reír.

Muchos de sus conocidos le dicen “El 40”, a propósito de repetir una clave de sus años de policía municipal de Tepic que se refería a estar atendiendo un asunto: “estoy en un 40, voy a un 40”…

Su hija Ángeles ha buscado a este reportero porque no quiere que pase desapercibida una situación: su papá, que de manera empírica aprendió a tocar la guitarra y la flauta, ha compuesto corridos pero su nombre no figura como tal.

Por ejemplo, dice López Morán, ahora si muy serio, que son suyos cuatro versos del corrido de la penal de Tepic, a propósito de la matanza conocida como “El Zorrazo” y que en su momento grabó Vaqueros Musical: 

“Señores pongan cuidado/para este nuevo corrido/en escape frustrado/ una masacre ha corrido/murió Samuel Alvarado/y el Zorro grande Badillo”. 

Por cierto, después de dejar el Ejército trabajó en la penal: “fui fichero, el que entregaba las fichas para la gente que iba de visita, fui telefonista, fui celador, también estuve en las casetas de vigilancia, fui jefe de cocina y también fui chofer de director”.

Asegura que de ese corrido de la penal aparecen como autores “Toribio García y Nicolás Flores”, cuando debió ser él, Nicolás López, situación que aprovecha para bromear nuevamente: “muchos abusaron de mi inocencia”.

Señala que fue él quien le puso música al Tren de Camargo, una pieza escrita por el ya fallecido abogado Martín Elías Franco, a quien frecuentemente apoyaba en esas tareas.

Originario de Salazares, municipio de Tepic, donde trabajaba en la siembra de maíz, muy joven se inscribió en el entonces Noveno Batallón de Infantería del Ejército Mexicano, que después fue trasladado a Toluca, Estado de México, y de allá se trajo el 43 Batallón que continúa en esta ciudad.

Fue soldado y “a mucho orgullo” llegó a ser cabo cocinero de primera.

En esos años escribió El Noveno Escalón, algunas de cuyas líneas dicen así: 

“El día primero de agosto/ del año setenta y cuatro/me incorporé yo a las filas/ de mi general Castro y Castro/ me pidieron la cartilla/ y también siete retratos.

“Nombraron nuevo comandante/ el subteniente Ramón/ porque era un hombre de estudios/un hombre conocedor/ le hicieron entrega de todo/ el gran Noveno Escalón”.

Posteriormente policía municipal, Nicolás López, que junto a su esposa María Contreras atiende una tienda de abarrotes, explica que le bastan unas cuantas horas para escribir un corrido, siempre y cuando tenga la información suficiente del caso.

Así plasmó el asesinato de Gilberto Flores Muñoz:

“Año del setenta y ocho/ presente lo tengo yo/ que en el Paseo de Las Palmas/ ha muerto Flores Muñoz/ lo mataron a mansalva/también su esposa murió”.

De 65 años, mediana estatura, cuenta que hay corridos que quedaron por ahí, como hojas sueltas, o que fueron tocados incluso por grupos de reos pero nunca grabados en algún disco:

“Alejandro Gazcón Mercado, Cecilio Sánchez, La Fuga de los Compadres, Malaquías, Pablo Basáñez, La Camioneta Gris, Platón Martínez, Arturo ‘El Negro’ Durazo, Colosio Murrieta”, son algunos de ellos.

Del legendario Carlos Meza “El Carrete”, abatido en los años 90 por el Ejército, en la sierra de Compostela, escribió unas líneas, como muchos lo hicieron en ese tiempo, y recuerda que su amigo, ya fallecido, Hipólito Sánchez “Poli”, entonces cantante de Vaqueros Musical, le dijo: “es un tiro ese corrido”:

“Las armas de Carlos Meza/ ya están en colección/ en una casa bonita/ de un jefe de batallón/ en biografía manuscrita/es mi condecoración”.

El encuentro con López Morán y su hija fue la mañana del domingo ocho. Un día antes se avisó que de improvisto le salió un trabajo de chofer para llevar a una familia a San Blas y esperarlos hasta la tarde.

Andaba, diría él, “en un 40”. 

 

 

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