* De complexión delgada, diario la vemos deambular en el centro de Tepic y, sin saberlo, nos exhibe a todos: al gobierno, a los ciudadanos.
La planta de los pies se le ha agrietado, endurecido. De complexión delgada, todos los días camina descalza en el centro de Tepic. Este jueves carga una bolsa negra, de plástico. Se detiene frente a un aparador en el área de Los Portales.
Vuelve a caminar, a cualquier parte. Se detiene otra vez y se cruza de brazos, pero los extiende nuevamente y se inclina para arrancar un chicle pegado en el suelo que después lleva a su boca.
La señora, enferma mental, seguramente conocida por muchos y que como otros enfermos deambula todos los días en la ciudad, representa un reclamo y una exigencia de ayuda.
Se trata de un tema que debería tener el carácter de urgente y que, sin embargo, gobierno tras gobierno prefiere evitar: el de la construcción de un hospital psiquiátrico en el estado.
Incluso, no hay partidos ni candidatos que hayan hecho pronunciamiento sobre ello en los primeros días de campaña.
Si en 1999 el entonces candidato Antonio Echevarría prometió un hospital psiquiátrico, ya durante su gestión fue un tema olvidado. Siguió el gobierno de Ney González y también por las mismas, y ahora, con Roberto Sandoval, el abandono de estas personas pone a prueba con crudeza el anuncio de que se trata del “Gobierno de la Gente”.
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Rosa Carmina Flores Flores y Harumi Adachi Rodríguez son maestras en el área de Psicología Clínica y de la Salud, en la carrera de Psicología en la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN).
Consultadas por separado, la primera de ellas observa el incumplimiento a los derechos humanos de los enfermos y la responsabilidad que en ello tiene el gobierno.
Acepta, sin embargo, que no es una tarea sencilla, debido al generalmente abandono de la familia hacia el enfermo mental, el alto costo de los medicamentos, y a que se trata de pacientes que, casi es seguro, recaerán una y otra vez.
Pero la necesidad está ahí, latente, y debe ser afrontada.
La maestra Rosa Carmina resume su sentir: “me gusta esta área y me he dedicado a hacer lo que puedo”.
Considera que el enfermo mental en Tepic se ha convertido como en una “carga social, ecológica”, en algo hasta común para el resto de las personas que lo único que hacen es evitarlo, darle la vuelta, porque puede haber un riesgo de agresión.
Flores Flores explica que tiene algunos 10 años llevando a hospitales psiquiátricos de Guadalajara a sus estudiantes con una finalidad: que conozcan el mundo real de un enfermo mental ya diagnosticado y bajo atención profesional y, por otra parte, que se cuestionen si son capaces de trabajar en el futuro en este tema.
Un psicólogo, dice, “es un profesional de tiempo completo y los muchachos deben saber que sus pacientes les van a llamar a media noche o aunque anden de vacaciones”.
Rosa Carmina alerta que no sólo se abren menos hospitales psiquiátricos en el país, sino que algunos han cerrado.
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Los días nueve y 30 de mayo recientes, la maestra Harumi Adachi Rodríguez y sus estudiantes acudieron al hospital popularmente conocido como El Zapote, en Guadalajara, administrado por la Secretaría de Salud federal, indica.
Los estudiantes participaron en una terapia, junto a algunos enfermos, en la siembra de árboles.
“Los muchachos estudian en clase muchos temas como las alteraciones mentales, los delirios. Tienen la teoría, pero es importante que tengan contacto con esa realidad, de encontrarse en el hospital a personas diciéndoles que son millonarios y dueños de tantas cosas, o hablando solos”.
De acuerdo con Adachi, muchos de los enfermos mentales pierden la red de apoyo de sus familiares, por lo que la terapia ocupacional toma vital importancia.
La joven profesionista lamenta que a la salud mental se le invierta poco, y coincide con Rosa Carmina en que el mantenimiento de un hospital de estas características es caro, debido a los altos costos del medicamento y al abandono familiar.
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Para un trabajo anterior sobre este tema, policías municipales confiaron a este reportero que en Tepic, cuando un enfermo mental genera problemas como el de escandalizar o intentar golpear personas, lo único que hacen es sacarlo de la ciudad, dejándolo cerca de algún pueblo para que pueda llegar a él.
Es decir, simplemente se deshacen de ellos, los bajan en una brecha porque no hay a dónde llevarlos.
(La señora, sus pies, su reclamo. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)
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