* “Se te antoja que te animen, se te antoja no quedarte sola”.
* “Yo no valgo por mi pelo o por mi bubis. Yo valgo por algo más”…
Gladys Tiznado platicó como nadie antes de ese cáncer de mama en su cuerpo. Fue su forma de enfrentarlo y soportarlo.
Lloró y también se rió.
Gladys significó un espacio para muchas otras personas, otras mujeres que padecen cáncer y que se identificaron en ella. Que lloraron junto a ella.
Al fin había alguien que hablaba abiertamente de lo que sufrían y callaban: el arrancamiento de un seno, la caída del cabello. El sentirse morir.
Cada quien a su manera tendrá palabras para describir a quien gustaba con orgullo ser identificada como “la hija de Sofía Tiznado, ‘la Chofiss Tiznado’” –el nombre de una tienda de abarrotes en su natal Tecuala-.
En los últimos años, la abogada habló mucho, concedió entrevistas y cimbró a todos.
De algunos encuentros con este reportero se rescatan esas palabras inolvidables:
En octubre del 2013, en su casa de la Calzada del Panteón, explicó la necesidad que tenía para contar su cáncer:
“Quiero que se sepa para que todas las mujeres se revisen periódicamente y no hagan confianza; quiero que se me haga más liviana la carga”.
Reflexionó:
“Aprendes a vivir distinto, a saber qué es lo realmente importante en la vida, te dejas de cosas banales, de la soberbia, de odios y rencores. Te gusta más la ecología, la paz. Hoy creo que está naciendo otra Gladys Tiznado”.
Y contó del antojo de quien enfrenta una enfermedad despiadada:
“Se te antoja que te animen, se te antoja no quedarte sola”.
En marzo del 2014, en un encuentro con decenas de mujeres organizado por el ISSSTE, animó a las presentes:
“Nos da miedo que seamos mujeres plenas, felices, exitosas”.
Y agradeció en la creencia religiosa:
“¡Gracias a Dios por darme este carácter, gracias a Dios por permitirme luchar. Gracias por despertarme en la noche y ver que mi hijo está ahí!”.
Hablaba de su hijo Corhuitt Sebastián, cuyo nombre lo armó con una mezcla de las palabras Cora, Huichol, Tepehuano y Tecuala.
En octubre del 2014, el mes de lucha contra el cáncer de mama, Gladys contó cuando una vez le suplicó a un doctor:
“Le pido un favor: si el protocolo no es favorable…¡usted mienta!, invente algo, diga que sí lo es”.
Otras palabras cálidas:
“No te imaginas lo que ayuda cuando alguien te da aliento, cuando alguien te escribe algo en redes sociales. A mí no me gusta que me vean como la pobre enferma, sino como alguien que quiere salir adelante”.
Contó que en esos días no usaba sombrero, como un ejercicio de conciencia a otras personas, y remató mientras asomaban las lágrimas:
“Yo no valgo por mi pelo o por mi bubis. Yo valgo por algo más. El cerebro y el corazón te mandan la orden, el mensaje: o soy feliz o elijo ser infeliz. O elijo vivir o elijo morir. Y yo quiero vivir”…
El cinco de octubre del 2016 la encontré por última vez, nuevamente en su casa.
Concedió a este reportero una confianza que se agradece:
“Tú escribe lo que quieras, como quieras”.
Exclamó una palabra a punto de quebrarse: “¡mírame!”, con la expresión de alguien que se sabe en el despido y lo hace con entereza.
“A mi Dios nada más le pido que me ponga de pie, nada más eso, porque yo voy a hacer el resto. Voy a luchar hasta el último suspiro. Hasta el último suspiro. Tengo un hijo de 11 años”…
Insistió, dirigiéndose con cariño a todas las mujeres:
“Este mes no es para festejar, sino para que las mujeres hagamos conciencia y nos revisemos, nos hagamos estudios para cuidarnos”.
Y dejó estas palabras a los gobernantes:
“La gente se muere por ser pobre. Los gobiernos deben meter más dinero a la salud. Mucho, mucho”...
Gladys Tiznado murió el sábado 14.
Para entonces ya no era sólo la hija de la señora Sofía Tiznado o la mamá de Corhuitt, que al mediodía de este lunes abrazaba la cajita con las cenizas de quien le dio vida.
Gladys era algo más.
Para entonces ya se había convertido…en nuestra Gladys.
Si, de todos.
(Gladys en una foto de octubre del 2013. Oscar Verdín/relatosnayarit)