* “Yo también tengo algo que decir, todos tenemos algo que decir; el hombre no puede vivir sin fantasías”, resume el ex juez durante la presentación de su libro de poemas.
Durante más de 30 años de su vida, Elpidio Cortés Conchas trabajó en la impartición de justicia. Fue juez. Y también escribe poemas.
El jueves cinco, a eso de las seis de la tarde presentó su segundo libro de poemas “Mi Pecado”, en el auditorio de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Nayarit.
Durante el evento fueron leídos algunos de sus poemas por parte de Fermín Márquez, Evelia Orozco y Manuel Sauceda, mientras que la violinista Genoveva Aguirre Parra entonó melodías con el violín.
Rubén Hernández de la Torre y Andrés Zamudio Vidal hicieron referencia a la obra y a su amigo. Zamudio describió algunas características del autor: honesto, culto, discreto, humilde, con una especial sensibilidad. “La vida es la que se ausenta, pero los amigos no se van”, le dijo.
Nacido en Buckingan, municipio de Santa María del Oro, vecino de la colonia Provincia en Tepic, Cortés Conchas dedicó su segundo libro de poesías a la memoria de Omar Velázquez, a quien llamó “mi hijo putativo”, un joven recientemente fallecido “que desde el cielo goza conmigo este momento”.
“Estamos entre amigos”, indicó, y como tal sólo cabían las palabras sencillas “pero con corazón emocionado”.
Bromeó: quizás algunos de los presentes asistieron con algo de morbo para conocer el pecado de Elpidio, “pero sólo es el nombre de un poema”.
Aclaró que no pretende trascender en la historia de los poetas de Nayarit como lo hicieron Amado Nervo y Alí Chumacero, pero, añadió, “yo también tengo algo que decir, todos tenemos algo que decir; el hombre no puede vivir sin fantasías. Todos hemos abrigado un sueño” y este libro de poemas es su segundo sueño.
Al final, Elpidio Cortés Conchas comentó que la presentación del libro no era más que un pretexto para un propósito mayor: reunir a su familia, a sus amigos, y pasar un buen rato juntos.
Aquí uno de sus poemas titulado Lamento:
Quizá pienses un día que me porté cobarde,
y no quise muchacha tu amor corresponder;
pero tu amor a mi llegaba ya muy tarde,
y fuiste como un agua que no quise beber.
Yo soy un árbol seco que ya no espera nada,
y tú una tierna planta que empieza a florecer;
búscate un árbol joven que te hable de alboradas,
pues al pie de mi tronco morirías de sed.
Ya en mi pozo no mana el agua que manaba,
la fuente que lo surtía ya se secó;
soy un viejo volcán en cuya lava
anidaron las nieves y se apagó.
Y así muchacha triste de rizados cabellos,
iremos lamentando lo que no pudo ser,
la muerte de un amor que pudo ser tan bello,
que pudo ser tan bello, pero al final no fue.
(Elpidio Cortés. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)