* Los días de muertos pasamos unas horas donde se encuentran los cuerpos de nuestros familiares, limpiamos sus gavetas, les llevamos flores. Los extrañamos siempre.
En estos que llamamos días de muertos vamos a encontrarnos con nuestros seres queridos que ya no viven. Lo hacemos limpiando sus gavetas, dándole tierra al lugar donde reposan sus restos, llevándoles flores o algún otro obsequio con el que se identificaban en vida: un tipo de comida, o bebida, o música. O todo junto.
Los días de muertos pasamos unas horas donde se encuentran los cuerpos de nuestros familiares. Los persignamos en sus tumbas. Rezamos por ellos para que tengan su descanso eterno. Y los extrañamos siempre.
En estos días de muertos no sólo llevamos flores al panteón, sino que también nos acompañan nuestras familias, los hijos para que ahí, en la creencia íntima, los vuelvan a ver los familiares que ya están muertos y los encuentren más altos, más hermosos.
Son esos días donde los que estamos cerca del panteón cumplimos una tarea que no puede fallar: llevar las flores o la corona que envían los hijos o hermanos o padres que viven lejos.
O son los días que en el panteón se encuentra a los que hace mucho tiempo no habíamos visto: parientes lejanos o amigos de la infancia. O nos enteramos que ya están ahí algunos que aún creíamos vivo.
“Nada más se nos adelantaron”, se comenta en estos días.
Para quien esto escribe, en esa querida tumba un día de muertos no puede faltar una Coca-Cola. En la inconsciencia, es como el aviso de uno de sus 10 hijos.
(Una imagen de ciprianosanchez.blogspot.com)