* Quizás los machetazos lanzados por Juan no sólo fueron producto de la ira del momento, sino, quizás, también reflejaron tantas cosas que le han hecho falta en su vida: el amor de los padres, el cariño familiar.
Para contar la muerte de María Espinoza Banda y de José Uriel Amador Castañeda “La Pala”, ocurrida a finales de septiembre en Borbollón, municipio de Compostela, quizás sería necesario regresar el tiempo unos 20 años cuando, ella quinceañera, se convirtió en esposa de su medio hermano Juan Espinoza Ramos, ambos hijos del señor José Luis Espinoza.
La pareja tuvo cuatro hijos. Juan, el mayor, actualmente cuenta con 18 años, pero tenía unos seis años cuando su papá dio muerte a uno de sus medios hermanos en el municipio de San Pedro Lagunillas y, en la fuga, se lo llevó con él a los cerros, al mal comer, a no ir a la escuela, a una fuga constante aunque sólo era un niño. Lo separó de su mamá y de sus tres hermanas menores, a las que les lleva dos, cuatro y cinco años de diferencia.
Para tan corta edad, mucho fue lo que vio y sufrió.
En el transcurrir del tiempo, María Espinoza se convirtió en pareja de José Uriel, pero hace unos años reapareció Juan Espinoza, acechándola nuevamente y llevando consigo a su hijo adolescente, prácticamente un desconocido para sus hermanas.
Hace unos meses, la situación del joven Juan se complicó aún más cuando su papá fue aprehendido por policías estatales y recluido en la penal de Tepic, por su probable relación con el citado homicidio de su familiar.
Juan, entonces, vivió un tiempo con su mamá y sus hermanas, desconocidas para él. Y se repitió lo que muchos años atrás: empezó a tener una relación de pareja con una de ellas, adolescente, aparentemente forzándola a ello.
A raíz del suceso en Borbollón han surgido preguntas en torno a la personalidad del muchacho, muy probablemente afectado por las circunstancias de su vida toda: desde su nacimiento, la infancia y juventud. Que habla poco, que le es complicado relacionarse, que estaría afectado emocionalmente.
Ambientado al ir de un lado a otro, un día se llevó a su hermana con él, pero tiempo después autoridades del DIF de Jalisco localizaron a María Espinoza para avisarle que su hija, menor, estaba en resguardo porque era objeto de violencia familiar por parte de Juan.
La adolescente regresó con su mamá, pero no por mucho tiempo. Juan volvió al acecho y nuevamente se la llevó a vivir a unas galeras para trabajadores del campo, pero la idea era salir del pueblo.
Horas antes de la muerte de María y José Uriel, los muchachos intentaron recuperar la ropa de la menor, pero su mamá se negó a dársela. Más tarde, cuando Juan regresó a la casa de su mamá, ya llevaba un machete, justificando que era por si “La Pala” intentaba golpearlo.
Efectivamente, hubo reclamos. Le pedían que se retirara y procedió al contrario: quebró vidrios y abrió una puerta. Le dio vuelo al machete. Primero mató a José Uriel y luego a su mamá María. Y después tomó la ropa de su hermana y también pareja.
Y se fueron. Pero no avanzaron mucho. Identificado como el responsable de los asesinatos, Juan Espinoza pronto fue detenido y ahora enfrenta cargos por los delitos de parricidio y homicidio calificado.
Si su papá es acusado por la muerte de un familiar, el joven Juan ahora está en las mismas.
La fotografía que se conoce del muchacho parece reflejar una vida muy difícil desde el origen.
Es como si esos machetazos no sólo fueron motivados por la ira del momento, no sólo por la ropa de su hermana que se negaron a entregarle, sino que había algo más: quizás el resultado de muchas cosas que le han hecho falta: el amor de los padres, el cariño familiar.
Juan también podría ser víctima de las circunstancias en que fue llevada su vida.
(Juan. Foto: Fiscalía General)