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Viven bajo un puente; una historia de frío intenso

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* Ramón, de 53 años, y un joven enfermo mental, enfrentan las más bajas temperaturas bajo un puente para vehículos. El primero busca ayuda para llegar a su natal Mexicali; el otro deambula siempre por ahí. 

 

Aquí no hay cama ni colchón para amortiguar el frío, ni almohada. No hay paredes para frenar las corrientes de aire helado, y si acaso medio se intenta disminuir su fuerza con unas sábanas y bolsas negras colgadas de un mecate. 

Por la calle Buenos Aires en el fraccionamiento Ciudad del Valle, hay un puente “jorobado” –a espaldas de la empresa Coca-Cola- que cruza un canal y que tiene dos huecos, como cuevas, que en las últimas semanas ha servido como refugio para Ramón, de 53 años, y un muchacho de algunos 30 años que aparentemente padece una enfermedad mental.

Es el lugar, bajo el concreto del arroyo de circulación vehicular, donde enfrentan el invierno más frío que se haya sentido en mucho tiempo. Cada cual ocupa uno de los huecos, el más joven del lado sur y el otro en el norte. 

El joven se enrolla en una cobija, en un amanecer de este fin de semana.

Calculador, apenas detecta la presencia del reportero y deja la cobija para irse acercando poco a poco, como en un momento de timidez, hasta quedar a unos cinco metros de distancia. Trae un cigarro en la boca pero sin prender. Su aspecto habla de abandono, de deambular siempre por ahí.

Acepta el saludo con un movimiento en la cabeza. Y luego responde con voz clara: “no, gracias. No, gracias”. Ha revisado una bolsa en que se le ofrece cobija y suéter, y amablemente la regresa, aunque sólo lleve puesto pantalón y camisa. 

“El muchacho está mal de su cabeza, está enfermo”, completa Ramón, él sí metido entre varias prendas para enfrentar el frío, ofrecidas por diversas personas. Sale de debajo del puente y cuenta que una señora que vive cerca le llevó una cobija que todas las noches acomoda en el suelo. “La doblo varias veces para que no pase lo helado, pero ni así”, agrega. 

En la cara de ambos se nota el tono quemante por las heladas.

Ramón es originario de Mexicali, pero viene de regreso desde Querétaro. Tiene algún mes y medio en Tepic y ahí ha dormido bajo el puente. De día sale a trabajar en lo que encuentra: lavando carros, barriendo en las calles, o ayudando en otras tareas.

Quiere reanudar el regreso a Mexicali, pero no tiene dinero para comprar el boleto del autobús. 

Bajo el puente lo han contactado policías, cuando han indagado algún delito cometido en la zona.

“Me dijeron que fuera con los diputados, a ver si me ayudan para el boleto”.

En ese lugar no sólo es lidiar con el frío, sino algunas veces con lluvia, como la registrada los días 11 y 12 de diciembre pasado. De mojarse, ahí no se puede llegar y cambiarse de ropa.

El joven con el que comparte espacio ha dejado su hueco y se pasa al otro, el de Ramón, y se sienta en el suelo y viendo a la nada.

“A veces viene y me pregunta si tengo algo para comer, pero no habla más”.

El frío ha sido uno de los temas más recurrentes que se abordan en familia, en el trabajo, en la escuela, que ha merecido acciones del gobierno estatal como retrasar una hora, por las mañanas, el ingreso en las primarias y secundarias. O bien la entrega de cobijas en zonas serranas.

Pero si se está ante un frío insólito en muchas partes del estado y concretamente en Tepic, con temperaturas de madrugada que se acercan a los cero grados, la situación de estas dos personas, que seguramente no son las únicas, podría animar la apertura de albergues.

(Dormir bajo el puente. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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