* Virginia Morales no tiene duda: se trata de un milagro que precisamente ella resultara compatible y fuera donadora de su joven hija.
* Es el caso presentado como modelo en la pasada Semana Nacional de Trasplantes.
Cerca del llanto, la señora Virginia Morales García resume en esta dramática historia: “esto es un milagro de Dios, de la Virgen de Guadalupe, mi hija Nora está evolucionando muy bien. Yo le pedí a la Virgen que ella, como madre, me ayudara, porque una mamá siempre da todo por sus hijos”.
A finales de julio del 2013, recién cumplidos los 18 años, Nora, en plenitud de su juventud y cursado el nivel medio superior, empezó a presentar cansancio, continuos dolores de cabeza. Un día, caminando por la avenida México no pudo avanzar más, el agotamiento era total.
Virginia recuerda que una doctora ordenó estudios de laboratorio y unas tres horas después quedó paralizada cuando escuchó la explicación sobre el estado de salud de Nora: estaba grave, su vida en peligro. Pero Virginia se resistía a creerlo.
Unos días después, un médico del hospital familiar del ISSSTE observó los estudios y comentó: “hija, te ha de doler hasta la punta de los cabellos”. Las envió de inmediato a la sala de urgencias.
“Yo estaba en ceros, bloqueada, quedé en shock. Me explicaron que a Nora le harían una cirugía para ponerle un catéter y que sus riñones no se habían desarrollado. ¿Qué es la diálisis?, pues quien sabe; yo me cerré a que no, porque Nora siempre fue una niña sana. Les dije en el ISSSTE que me la iban a matar, que estaban locos y la saqué de ahí. La llevé con otro doctor que me dijo: ‘esta niña ocupa una intervención de ya’. Ese día regresé al ISSSTE y pedí perdón, disculpas a quienes ofendí. Entonces pensé: ¿y ahora qué sigue?”.
Virginia Morales es madre soltera de 53 años. Dice que fue hija de crianza y no tiene hermanos. Pero cuenta con muchos buenos amigos y vecinos en el barrio de la colonia Magisterial donde renta una casa, y en su trabajo en el Centro de Internamiento y Readaptación Social para Adolescentes (CIRSA), asignada al área de cocina en que todos los días se preparan alimentos para alrededor de 150 personas. Es sindicalizada del SUTSEM.
La señora señala que hay tantos que las han apoyado, desde quien ofrece ánimo hasta el que la ayudó para acondicionar un espacio para aplicar la diálisis. Los padrinos de Nora, dice, no pudieron ser mejores.
Enfrentando no sólo la enfermedad, sino dificultades económicas, a ello se unió una profunda depresión por el cambio en sus vidas y poco a poco asimilaron la situación, con apoyo profesional.
Y LLEGÓ EL DÍA
La señora Virginia se aferra a su fe: recuerda que aproximadamente un año después de conocer el padecimiento de su hija, unas vecinas la invitaron a unírseles a rezar a la Virgen. Dice que clamó su ayuda, hablándole de mamá a mamá para que su hija recibiera el trasplante de riñón.
Pensó que todo eso que vivían no podía ser para siempre.
Lo que no imaginaba era que a sus 53 años, por estar muy sana, pronto se convirtió en la principal candidata para ser la donadora. “Nunca estuve en un hospital, más que cuando nació Nora y salí pronto”.
Un día, en agosto pasado, se confirmó que el trasplante se llevaría a cabo en el Hospital General de Tepic, aunque ella cuenta con ISSSTE. Virginia insiste en su profundo agradecimiento a todos los que participaron en este proceso, médicos, enfermeras, trabajadoras sociales, y entre ellos la Fundación Ale, que apoya la donación de órganos.
“No tengo con que darles las gracias. No sé cómo explicarlo, cómo decirles mi siempre agradecimiento”.
Para el 20 de septiembre en que Virginia cumplió años, ya estaban enteradas que el trasplante de riñón se efectuaría el lunes 22. Mejor regalo no podía recibir.
Lo que Virginia y Nora desconocían era que ese día 22 inició la Semana Nacional de Trasplantes y que, en Nayarit, su caso significaba un modelo para mostrar los trabajos que se efectúan en el estado por ese tema.
Virginia supo de ello cuando una enfermera comentó, observando por una ventana: “ya empezó el mitote”, refiriéndose al evento inicial de la semana. Y un rato después muchas personas las animaban a través de los cristales.
“¿Usted es la mamá sanita?”, la recibió así un doctor en el quirófano. Recuerda haberse puesto nerviosa y luego fue dominada por la anestesia. Se despertó por la tarde, ya en terapia intensiva. Preguntó por su hija Nora y ahí estaba cerca, aunque en un área aislada. El riñón trasplantado, le dijeron, ya estaba funcionando.
UN INCIDENTE
Dos días después, el encierro en el hospital enfermaba a Virginia más que la operación y fue dada de alta. Y el sábado 27 le avisaron que su hija haría lo propio. Lo que nunca se imaginó fue que personal de la subdirección, de guardia ese fin de semana, le comentó que tenía que pagar poco más de 25 mil pesos.
“Me quedé helada. De dónde iba sacar ese dinero; no lo tengo y nunca me avisaron que tenía que pagar. Yo tengo ISSSTE y de ahí fue que me pasaron al Hospital General”.
Un funcionario de guardia emitió un pésimo comentario: si no pagaba, Nora no saldría.
Virginia recibió el apoyo de personal que dio seguimiento a su caso y abogaron por ella, insistiendo que nunca se le avisó pago alguno. Al final, dice, los padrinos de Nora consiguieron 10 mil pesos y se pagaron en caja del hospital.
La señora cuenta ese incidente sin darle ahora mayor importancia, porque lo mejor de todo es que su hija ya fue trasplantada. “Esto es como un milagro, todo fue muy rápido y mi niña está muy bien, gracias a Dios”.
Desde mediados de octubre, Virginia fue buscada en varias ocasiones por este reportero. Finalmente aceptó hablar el viernes nueve por la tarde, segura de que historias como la de ella y su hija animarán a otras personas y en la toma de conciencia sobre la donación de órganos.
Hoy la emociona no sólo la evolución de su hija, sino que además de darle vida lleva consigo otra parte de ella.
Ya se reincorporó a su trabajo, pero la recomendación médica es que debe cambiar de tarea porque la cocina del CIRSA resulta pesada para ella, considerando además que durante la sustracción del riñón recibió un corte, necesario, en unas costillas.
El viernes, de último momento Nora decidió no estar presente durante la narración de su historia.
Eso sí, desde su cuarto estuvo pendiente de todo y respondió al saludo de este reportero cuando salí de su casa. Con eso es suficiente. Y con saber que cada día está mejor.
(Virginia junto al retrato de Nora al cumplir 15 años. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)
* NO se autoriza la transcripción o copia de las notas de Relatos Nayarit a otros medios de comunicación. NO a copiar y pegar. NO al robo de notas.