* En esta marcha por Rubén Espinosa y por las cuatro mujeres asesinadas junto a él, o por Juan Manuel -“Jonny”- Calderón, lo mínimo que podemos ofrecer es nuestro compañerismo.
Cuando a las 5:26 de la tarde del miércoles inició la marcha de periodistas en Tepic, desde Catedral hasta Palacio de Gobierno, las campanas del templo se escucharon pausadamente, algo tristes como cuando se lleva a un panteón de pueblo a un difunto.
Desconozco si el sonar de las campanas fue en relación con la manifestación, pero me caló ese momento.
Y aunque el andar de los reporteros tuvo como propósito el rechazo por el asesinato del fotógrafo periodístico Rubén Espinosa Becerril, ejecutado junto a Nadia Vera, Yesenia Quiroz, Mile Virginia Martín y Alejandra Negrete, ocurridos en la ciudad de México, horas antes se produjo en Nayarit algo así como una coincidencia maldita pues fue hallado, en una brecha del municipio de San Blas, el cadáver del joven Juan Manuel Calderón García “Jonny Calderón”, empleado de radio La Caliente, es decir, un medio de comunicación. La investigación corre a cargo de la Fiscalía General del Estado.
Mientras tanto, acá en la marcha, llamó la atención la presencia de varios maestros de nivel básico, solidarios con el gremio periodístico por la cobertura que se da a sus reclamos: ellos que enfrentan una reforma para ser evaluados. “Una mano limpia la otra, y con las dos manos te limpias la cara”, comentó uno de ellos.
En decenas de cartulinas se escribieron mensajes en contra de la violencia. Y en el trayecto de Catedral a Palacio se escucharon coros que exigían “justicia, justicia, justicia”.
Caminé el trayecto en compañía del amigo Sergio Arcadia, maestro de telesecundaria y anteriormente también reportero.
A raíz del múltiple asesinato en la ciudad de México, de alguna forma se ha extendido la frase de que en Nayarit la muerte del periodista es de hambre: jodido el salario y muchas veces sin prestaciones de ley.
Y me detengo en una contradicción: si contamos los atropellos que sufren otros, si los oímos quejarse, pero ¿y nosotros con quién nos quejamos?.
Es más fácil relatar la cruda historia de aquellos, pero intentamos ocultar la de nosotros.
Esto último me lleva a la búsqueda de una de mis notas publicada a finales de marzo del 2013, luego de una visita al periodista Francisco Ocampo Mondragón “Paco Ocampo”, semanas antes de su muerte.
Él que lo vivió en carne propia en la parte final de su carrera y de su vida, sus palabras quedan como un mensaje para los reporteros, como una metáfora. A las nuevas generaciones les pidió:
“Que terminen su carrera, que se preparen…y que se metan a la burocracia o se van a morir de hambre. Que combinen el oficio y también trabajen en el gobierno, en el municipio, en las instituciones, es cierto que ellos mismos se van a echar la soga al cuello, pero está muy complicado el oficio, muy difícil vivir del periodismo libre”.
Por eso en esta marcha por Rubén Espinosa y por las cuatro mujeres, por Juan Manuel Calderón, lo mínimo que podemos ofrecer es nuestro compañerismo. Eso, al menos, es como un aliento.
(Fotos: cortesía del reportero Luis Villegas)