* “Su política es la música y hacía música. No era un músico de pose, era espontáneo; su música perdurará por siempre”.
Hace años, un joven de 19 años visitaba con frecuencia al director de orquesta José Miguel Ferrer Hinojosa, en su casa de la colonia H. Casas. Vivían en el mismo barrio.
En ratos, le enseñaba armonía clásica, composición. “Era como su discípulo. El maestro Ferrer lo hacía desinteresadamente, pasaba largos ratos con él”, cuenta Amosis Yaser Flores, quien años después coincidió con Ferrer, ambos como maestros en la Escuela Superior de Música (ESM) del Gobierno del Estado. “Cuando llegué aquí, supe que tenía un amigo”.
Amosis Yaser se enteró a las dos de la tarde del lunes de la muerte de su maestro. No lo creía. “Él enseñaba sin ningún interés”.
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Miriam María Briseño Díaz es una adolescente que forma parte de la orquesta de la ESM. Toca el violín y mantuvo cercanía con Ferrer los últimos cuatro años:
“Era un hombre muy sencillo, con mucho amor por su trabajo, por la responsabilidad. Era humilde, era feliz, era estricto pero nunca al grado de hacernos sentir mal, al contrario, nos daba ánimo. Era muy lindo, era un amigo”.
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Nacido en Cuba hace 45 años, Ferrer Hinojosa fue velado en un salón de la ESM. Algunos de sus estudiantes tocaron sus instrumentos para él. Al mediodía de este martes, su cuerpo fue llevado al Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz, donde se le rindió un homenaje con música y más música. Más tarde, una misa en Catedral.
En el acceso al Emilia Ortiz fue colocada una fotografía grande, ampliada.
Al hablar ante decenas ahí presentes, Rafael Alfredo Almanza Aguilar, director de la Escuela Superior de Música, temblorosa la voz al referirse a su amigo, su hermano, recordó a Ferrer como “una persona genial” a quien conoció en 1994, con una gran calidad humana y nunca involucrándose en grilla, en política.
Él decía que “su política es la música y hacía música. No era un músico de pose, era espontáneo; su música perdurará por siempre”.
Almanza habló del gran amor de Ferrer por su esposa Mayté Martínez y sus hijas Francia y Dulce, “a nadie duele más –su muerte- que a ustedes”. Y levantando la voz se despidió, como se despedían todos los días, siempre:
- ¡Doctor, hasta pronto!.
- ¡Sí señor!…
(Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)