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Sáb, Nov

“Dios me dio esta oportunidad para que sea mejor ser humano"

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* Tras un error que lo mantuvo en el cerro de San Juan más de un día, en peligro su vida, Alejandro Carrillo insiste en una palabra: “gracias” a todos los que se unieron para encontrarlo, a los que rezaron por él.

* Hoy, dice, ha recapacitado en la importancia de ofrecer una disculpa, de hablar del aprecio a una persona, del amor a tantos.

 

José Alejandro Carrillo Padilla permaneció en el cerro de San Juan cerca de 30 horas, sin comer ni tomar agua, entre el sábado 17 y domingo 18, lo que movilizó a cientos de personas para su localización y rescate. 

La palabra “gracias” le brota con profunda sinceridad no sólo para quienes fueron en su búsqueda, sino para todos aquellos que oraron por su buen regreso. El “gracias a Dios y a la Virgen de San Juan de Los Lagos” lo acompañan durante su narración del dramático suceso, producto de un exceso de confianza, de no medir las consecuencias.

Pero lo ocurrido, insiste, debe ser tomado en cuenta para que otras personas no incurran en el mismo error.

Ahora hay mucho de distinto en él: alguien que busca ser un mejor ser humano, que no quiere dejar para después el ofrecer una disculpa, o decirle a alguien que lo aprecia, o a su esposa, hijos, padres, hermanos, que los quiere.

Se refiere a los policías, boy scouts, bomberos, paramédicos, de protección civil, voluntarios y a todos los que se unieron a la búsqueda. Para ellos puede ser algo hasta común este tipo de operativos, pero para él es imposible verlo así: “¡a mi salvaron la vida. Estoy vivo!”, exclama, la voz entre cortada, reteniendo las lágrimas.

CAMINO A “LA PEÑA”

El sábado 17, alrededor de las nueve de la mañana, Alejandro se comunicó por celular con su esposa Patricia Adriana Delgadillo Frías, y le avisó que caminaba en dirección a La Peña, en la sierra del cerro de San Juan. Patricia en vano intentó convencerlo de que volviera. “Yo estaba en un lugar llamado La Resortera”.

Amante de la naturaleza, con 37 años de edad -20 de los cuales ha caminado por el San Juan-, Alejandro comenta que cuando ese día, alrededor de las cinco de la mañana llegó al San Juan, sólo tenía en mente completar un recorrido de otras veces: cruzar La Batea, llegar a La Mesa del Durazno y regresar, porque además debía revisar un problema en la computadora de su papá. 

No llevaba agua, comida, lámpara, machete, cuchillo. Nada más allá de sus botas, pantalón, camisa.

Ya arriba, sin embargo, se impulsó a seguir, animado porque hace unos meses unas personas le dijeron que por ahí se podía llegar a La Noria. Y efectivamente, arribó a un lugar conocido como “La Y” que tiene un aviso: seis kilómetros para llegar a La Noria y 14 kilómetros para La Peña…y escogió la segunda opción, lo que significó un grave error. 

“Me sentía bien hidratado y las vistas son increíbles, los paisajes hermosos. Yo había escuchado que hay un volcán en el cerro y sí lo hay, hay piedras como las del Ceboruco. Yo nunca había visto venados allá y los vi, eran cuatro”. Decidió apagar la música de su celular para que aguantara más la pila.

Alejandro se guió por veredas, por algunos avisos -“Cerro El Chino”- y con el paso de las horas se sorprendió de divisar lejos, pero a la misma altura, las antenas ubicadas en el Cerro Bola y Cerro Alto, en Xalisco, a los que ha ido por su trabajo como encargado de los sistemas de red del Tribunal Superior de Justicia (TSJ). 

Por cierto, de lo alto de una de esas antenas estuvo a punto de caer hace unos años, perdiendo el conocimiento, aunque quedó amarrado de la cintura, colgando unos minutos.

Caminó un poco más y encontró un paisaje que lo maravilló: “el mar, toda la bahía”. Y listo, era momento de regresar. 

Deduce que para entonces se encontraba en la parte de atrás del San Juan. Era el  mediodía. Su celular no tenía señal. 

A lo lejos había distinguido las minas de jal en Xalisco y creyó que sería más fácil descender en esa dirección. Llegó a un campamento en el que había algunos trastes y rastros de fogata, pero ninguna persona.

El paso del tiempo empezó a generar presión y su celular seguía sin tener señal. Se topó con una cañada y fue bajando como pudo, arrastrándose, pero regresó otra vez arriba y en ello fue crucial que llevara botas, no tenis. 

“Intente localizar el camino original y cuando lo encontré, le di un beso al letrero del Cerro El Chino; ya iba de regreso”.

Sin embargo, habían transcurrido al menos 10 horas de caminar, sin comida y sin agua y el cansancio se hacía presente. Masticó de una planta de maguey, el tallo de helechos y bebió de sus orines. De Tepic no se veía nada. Su idea era llegar a La Noria.

“¡LEVÁNTATE!”

Allá lo alcanzó la noche. Como pudo, medio preparó  un lugar para intentar dormir pero apenas lo hizo por breves ratos. “La temperatura bajó rapidísimo”. El frío era intenso. Se encomendó a Dios y a la Virgen de San Juan de los Lagos. 

Todo tipo de emociones cruzaron por su mente. En un instante repasó gratos momentos de su vida, pero más se detuvo en otros que le dolían: vivía un profundo sentimiento de culpa por la angustia que seguramente en esos momentos pasaba su familia, sus cercanos. Le dolió el corazón ante la imagen de sus hijos Michel Alejandra y Sebastián Alejandro, niños ambos. Les pedía que lo perdonaran por hacerles pasar esos momentos. Recordó instantes en que no ofreció una disculpa o el abrazo que un día faltó a sus seres queridos. 

Pero no se dejaría caer. Debía encontrar un camino, pero no regresar arriba porque tenía menos fuerza. Antes del amanecer del domingo reinició la marcha, en dirección a unas luces que no se apagaban y suponía que era La Noria.

Y entonces resbaló, no sabe cuánto, pero se atoró en un árbol…antes de caer a un barranco. “Quedé colgado, mis pies sin tocar tierra y como pude subí otra vez”. 

Calcula que alrededor de las siete de la mañana observó una cañada y un claro en el fondo al que decidió descender. Cruzó un cerco de alambre de púas. Su cuerpo temblaba, sus fuerzas cada vez menos. Había escuchado el helicóptero de la Policía Nayarit pero muy lejos de él. 

Y fue cuando, otra vez, dio gracias a Dios: su celular ya tenía señal, pero la pila se descargaba. Marcó al 066 y medio ubicó su lugar: creía estar entre El Aguacate y El Izote. Suplicó que hablaran con su esposa y sus papás y les dijeran que estaba vivo.

Transcurrió un rato y nadie llegaba a él, que se había recostado en una piedra grande. Volvió a llamar al 066 con un mensaje: “díganle a mi esposa y a mis hijos que los amo”. 

– “Hay mucha gente buscándote, resiste”, le respondió una voz.

Alejandro no se movió más. Pero empezó a gritar. “¡Ayuda, auxilio!”, y a lo lejos escuchó que algunas personas le respondían: “¡Güero, Alejandro!”... 

Hizo una última llamada al 066 y le explicaron que unos boy scouts estaban cerca de él, pero creían que sus gritos eran una broma porque alguien había informado, por error, que ya lo habían localizado en otra parte. La llamada se cortó, al descargarse la batería del celular.

Alejandro siguió gritando, hasta que escuchó:

“‘¡Ya te vi, levántate, levántate!’. Yo no los veía, me costó trabajo ponerme de pie y fue cuando vi a dos policías de la Nayarit: Cristóbal y Daniel. Vieras que bonito sentí de ver un ser humano…me hinqué y me puse a llorar”. 

“Jefe –le dijo uno de los agentes, guardando su arma y quitándose la capucha-, nosotros creíamos que estaba secuestrado”.

Momentos después arribaron un grupo de jóvenes scouts que le ofrecieron agua. Quiere conocerlos y a sus papás también. 

“Yo era de los que criticaba por todo a los policías, pero hoy veo que es el trabajo que les tocó hacer, que tienen familia, y que pusieron todo para encontrarme”.

MEJOR SER HUMANO

 Aferrado a la fe, cree que sin Dios y sin la ayuda de tantos no la hubiera librado. 

Hoy Alejandro es otro. 

“No sabes cómo agradecer, cómo dar gracias a todos, cómo encontrarlos a cada uno para darles un abrazo. Si Dios me dio esta oportunidad es para que sea un mejor ser humano”.

Transcurrida una semana del suceso, en su casa la mañana de este domingo 25, dice que por alguna razón sigue teniendo sed, pero un vaso de agua ya no es sólo eso, sino la oportunidad de vivir. Siente muchas ganas de estar en una tina con agua.

Agrega que su caso debe servir de ejemplo para que muchos tomen precauciones cuando suban a cualquier cerro. Una de ellas, esencial: no ir solo y llevar agua y comida.

Por supuesto agrega que regresará al San Juan, pero ahora con más cuidado.

Esa mañana del domingo 18, cuando era trasladado a Tepic en el helicóptero Apache, Alejandro confiesa que quería irse a su casa en un dos por tres pero le dieron una semana de descanso que le sirvió de mucho: no sólo ha recibido ayuda profesional, sino que ha tocado fondo para reencontrarse con quienes más quiere.

Precisa que luego de que fue bajado del helicóptero en la explanada de la Fiscalía General, antes de subir a una ambulancia, escuchó una querida voz: 

“¡Amor, ya estás aquí, tranquilo!”. Era su esposa Patricia. 

“¡Perdóname!”, alcanzó a responder, sin poder verla entonces.

(Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit) 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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