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Vie, Abr

Nora exclama a su mamá: “¡y yo estoy aquí, gracias a ti!"

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* “Cuando se vive esto, se valora más la vida, lo tomas como otra oportunidad. Mi vida era una antes, ¡yo soy otra!”.  

 

Cuando el 11 enero del 2015 titulé así una nota: “Nora: la fantástica donación de riñón de una madre a su hija”, era notable que a la información le faltaba una parte central: conocer a la joven Nora Virginia Morales García y oírla hablar. 

Dos días antes, en su casa de la colonia Magisterial, de último momento Nora decidió no salir de su cuarto y prefirió escuchar el diálogo de su mamá Virginia con este reportero. Pero, ni asomarse.

A más de dos años de distancia, es la agradable y risueña Nora, de 21 años, quien la mañana de este domingo abre la puerta de su casa para que quien esto escribe pueda verla y escucharla. 

Y ella que lo ha vivido en carne propia, habla de una parte importante en el proceso emocional que se enfrenta cuando se padece insuficiencia renal u otra enfermedad delicada: el apoyo de profesionistas, de psicólogos que te ayuden a entender lo que está pasando.

Ella, que estaba cumpliendo 18 años cuando supo del padecimiento, se encerró un tiempo, se aisló de todos, no quería ver a sus amigos y menos que ellos la vieran, pero poco a poco fue saliendo del shock y ahora reabre su camino. 

Nora sale a divertirse sanamente con sus amistades, estudia la carrera de Proceso Docente porque sueña con ser maestra de niños, y también asiste a clases de inglés. Un día por semana va a caminar por el cerro de La Cruz acompañada de su mamá o de “Negra”, una perra que un día llegó a su casa y la cuida.

Cuenta que hace unos meses, invitada para dar su testimonio de vida en un auditorio lleno de personas, hasta preparó un discurso y a la hora buena ofreció algo mejor: se puso a llorar porque ni siquiera pudo hablar. 

Al finalizar el evento, una joven señora le preguntó con insistencia: “¿cómo le hiciste, qué hiciste?”, o qué podía hacer para ayudar a su hijo menor de edad, diagnosticado con insuficiencia renal y que, le dice, quiere morirse. Le respondió: apoyo con psicólogos, porque lo primero es asimilar la enfermedad y enfrentar lo que venga. En su caso, de inicio dos meses internada cuando se le detectó la insuficiencia. 

Y pasó mucho tiempo para que un día se dijera a sí misma: “ok, me está pasando a mi”.

Como ya lo contó hace dos años, Virginia Morales señala que se trata de una enfermedad muy cara y son tantos los enfermos, que es importante que la sociedad se involucre para donar sus órganos. 

“¿Para qué le van a servir nuestros órganos a la tierra?. Lo bonito es ayudar, salvar la vida de otras gentes. Donar es ayudar a seguir viviendo”.

Nora agradece a todo el personal médico que ha conocido su caso. Y se detiene en la Fundación Ale, que un tiempo le proporcionó medicamentos porque no se tenían recursos para comprarlos. 

Hace unos meses y durante la Semana Nacional de Trasplantes, Nora conoció al papá y al abuelo del pequeño Ale, tras de cuyo deceso nació la fundación que lleva su nombre. Estuvieron en Tepic.

Así describe Nora al abuelo: “es un señor de edad pero con vida de joven. Es inquieto, no deja de moverse. Me llevaron para conocerlos y el señor se sorprendió: ‘¿estás trasplantada?, te ves muy bien, cuídate mucho, lo peor ya pasó’. Yo les agradecí su ayuda porque ni siquiera me conocían; yo estoy aquí por ese angelito Ale y por tantas gentes que me han ayudado”. 

Y Nora, que de rato en rato llora, voltea a ver a su mamá sentada a su lado y le exclama:

“¡Y yo estoy aquí, gracias a ti!”.

Para Nora, es un orgullo llevar los apellidos de su mamá.

La señora Virginia nunca había ingresado a un quirófano hasta el 22 de septiembre del 2014 en que donó un riñón a su hija. 

Hay una extraña coincidencia en esta historia: Virginia trabaja en el Centro de Internamiento y Readaptación Social para Adolescentes (CIRSA) y hace unos años estaba asignada a la cocina. Le parecía de mal gusto que el entonces comandante Servando Franco no comiera lo que ahí cocinaban, sino que su esposa u otros familiares le llevaban los alimentos. Pensaba: “que sangrón el comandante”.

Hasta que un día él le puso un brazo en el hombro y la animó: “pronto vamos a ser como hermanos”.

Entonces Servando le contó de su hija Maydoly, a quien años antes le donó un riñón y cuyo caso fue publicado recientemente por este reportero. Tras el trasplante, Servando tenía mayor cuidado en su alimentación.

“Hasta que no lo vives sabes lo que es y hay tantos jóvenes y niños en lista de espera”, añade la señora, quien no quita el dedo del renglón sobre la importancia de la donación de órganos. 

“Ale era un niño cuando donó sus órganos. ¿Por qué los demás no podemos hacerlo?”. 

Todos los días, Nora se toma entre dos y tres litros de agua natural. Preferentemente debe comer verdura, fruta, pollo, pescado, pero evita las carnes y el refresco. Y contra lo que pudiera pensarse, de vez en cuando puede tomarse unas cervezas, pero sin exceso.

Nora se suma a la reciente petición de Maydoly, para que quienes en su sano juicio quieran ser donadores de órganos, lo platiquen en sus familias y no exista oposición si llegara a presentarse el caso.

“Cuando se vive esto, se valora más la vida, lo tomas como otra oportunidad. Mi vida era una antes, ¡yo soy otra!”.

Nora quiere ayudar, motivar a la donación de órganos. Su testimonio ya lo es. 

Al oírla, se siente: con ella tendremos a una buena maestra de niños. 

(Las dos Nora. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit)

 

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