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Mié, Abr

Un Ministerio Público cuenta su horrorosa historia en tiempos de Veytia

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* A Miguel Ángel Astorga Medina le inventaron delitos por órdenes del fiscal y durante semanas estuvo recluido en la penal, en el área de enfermos mentales, donde sufrió una infección de riñón a causa de la insalubridad.

* Astorga retrata al avasallante fiscal que sometió a su antojo al Poder Judicial del Estado, poniendo y quitando jueces como quería.

 

Eran alrededor de las cinco de la tarde. El abogado Miguel Ángel Astorga Medina salió de la oficina del fiscal Édgar Veytia, temeroso descendió a solas por la escalera del inmueble, se detuvo unos segundos y, atendiendo a una corazonada, evitó abandonar la Fiscalía General del Estado (FGE) por la puerta principal.

Flaco, enfermo, agobiado por una bacteria en un riñón que le provocaba intensos dolores, caminó a espaldas de la Fiscalía en dirección a la Secretaría de Seguridad Pública Estatal (SSPE); cargaba algunas cosas personales, una cobija y llevaba puestos unos tenis viejos, tenis ajenos pero ahora suyos.

Un policía le gritó:

- Oiga, no puede pasar por ahí.

- Soy agente del Ministerio Público.

Y siguió caminando.

Imaginaba que sería detenido y nuevamente recluido en la penal de Tepic, pero ya en la calle pudo tomar un taxi y unos minutos después llegó a su casa.

Hay tal emoción en las palabras de Astorga Medina, que en un momento inclina la cabeza, se tapa la cara con las manos y llora un rato:

“En la penal casi no podía dormir y casi no comía, me enfermé por la insalubridad que hay. Cuando me pegaba el dolor, que era muy fuerte, cuando ya no aguantaba me llevaban a la enfermería y me ponían una inyección. Si me hubieran dejado más tiempo ahí, me hubiera muerto”.

En junio del 2016, Miguel Ángel Astorga fue recluido en la penal de Tepic por orden de Édgar Veytia, pero en la maquinación de los expedientes participaron conocidos suyos: altos mandos, policías estatales, agentes del Ministerio Público, funcionarios del Poder Judicial del Estado.

Astorga se convirtió en ese dicho de que el hilo se revienta por lo más delgado, en un asunto, coincidentemente, varias veces plasmado por este reportero: el que atañe al poderoso empresario Héctor Cárdenas Curiel, de quien trascienden fuertes  negocios económicos en el gobierno de Ney González Sánchez y que continuaron con Roberto Sandoval Castañeda, especialmente en desarrollos turísticos de la zona costera de Compostela y Bahía de Banderas.

Narrando su propia historia de horror, la de Miguel Ángel Astorga tiene una especial trascendencia porque es contada desde adentro de la Fiscalía General del Estado, reafirmando la corrupción de tantos y el vergonzoso papel de personajes del Poder Judicial del Estado, de su Consejo de la Judicatura conformado por los 17 magistrados y dos jueces, frente al avasallante dominio de Veytia.

Agente del Ministerio Público entre 1994 y septiembre del 2017 en que obtuvo su pensión, el abogado ha decidido no sólo contar su dramática experiencia sino que ha presentado denuncia en la FGE y otro trámite similar en el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial para que sea investigado el actuar de numerosos funcionarios que se prestaron para ponerlo en una situación extrema, grave.

ESA MAÑANA DEL 8 DE JUNIO

En dos encuentros con quien esto escribe, Astorga se remonta a la mañana del ocho de junio del 2016 cuando, encontrándose en su oficina de la agencia ministerial en Las Varas, municipio de Compostela, donde daba seguimiento a los procesos penales, se presentaron Dora Aimé Carranza Macías, visitadora General de la Fiscalía, junto con los agentes ministeriales adscritos Jorge Sandoval Altamirano, César Morales e Hilegaldo Valdivia Íñiguez.

Uno de ellos le dijo: ‘de parte del fiscal, quiere tu renuncia ahorita. Traes un bronconón’.

Según el quejoso, sus compañeros se comportaban con hermetismo. En ese momento redactó y firmó su renuncia, pero de cualquier forma levantaron un acta amañada y de la que ni siquiera le dieron derecho a audiencia.

“Me revisaron los expedientes, me buscaron alguna anomalía pero no encontraron nada”.

Un rato después, los agentes de la Policía Nayarit- División Investigación, Guillermo Salvador Reyes y Karlo Medina Rentería, asignados en Las Varas y a quienes diario veía, le avisaron, ‘con pena, licenciado’, que tenían órdenes de trasladarlo a Tepic. Ni siquiera pudo recoger sus cosas personales. Al menos no lo esposaron, pero viajó en medio de los policías, en una patrulla.

Ya en la Fiscalía, el abogado fue ingresado a las celdas y una policía intentó fotografiarlo para el respectivo fichaje, a lo que se negó. La agente lo previno de lo que podía ocurrir: “licenciado, entonces tengo que informar que usted se niega”.

La respuesta fue inmediata: un grupo de escoltas de Veytia llegaron por Astorga, lo esposaron y lo condujeron a la sala de juntas. En el breve trayecto cuando menos le advirtieron, por su seguridad: ‘¡no le responda nada porque le puede ir peor!’. Y así lo hizo:

“El fiscal llegó acompañado de Willy –Carlos Alberto Rodríguez Valdés- y de Dora Aimé y me puso una maltratiza que no te imaginas: ‘¡hijo de tú…hijo de tú!…’. ¡No nomás te voy a meter a la penal, te voy a mandar a la peor área de la penal y no vas a salir hasta que yo quiera, no seas puto, no seas puto!...’

“No le respondí nada. Simplemente estaba parado y me quedé callado, esposado con las manos atrás; cuando ya se iba con Dora y con Willy se detuvo, volteó y me gritó otra vez: ‘¡puto!’”.

Regresado a las celdas, no tenía más opción y fue fotografiado: “así por las buenas, pues sí”, ahora bromea.

Miguel Ángel Astorga se enteró entonces que existía una averiguación previa en su contra por el delito de resistencia y desobediencia de particulares, y es que,  según los policías estatales de Las Varas, se negó a ser revisado y supuestamente los agredió verbalmente: ‘¿por qué me paran o qué chingados quieren?, pinches puercos, chinguen a su madre…’.

Con ese delito inventado se justificaba la detención, al mismo tiempo que se cuajaba otra averiguación previa por delitos cometidos por servidores públicos, y ahí estaba el fondo del asunto, a propósito del expediente 119/2014 que se seguía al empresario Héctor Cárdenas Curiel por un probable fraude de 515 millones de pesos.

Cárdenas, lo documentó este reportero, fue liberado  en noviembre del 2014 por el entonces juez de Las Varas Hugo de la Rosa Morales, mediante un incidente por desvanecimiento de datos.

La liberación provocó una supuesta rabieta del fiscal y ordenó que Hugo de la Rosa fuera cambiado de adscripción, en tanto que, más adelante, el nuevo juez Filiberto Rojas García decretó que la acción penal ya había prescrito porque la denuncia por fraude contra Cárdenas Curiel fue presentada varios años después del probable ilícito.

El acta que levantó el personal de la Visitaduría General era porque Astorga, como agente ministerial adscrito al Juzgado Mixto de Las Varas, no presentó el recurso de apelación contra la resolución de prescripción.

Miguel Astorga reconstruye otro momento: en el 2014 el caso Héctor Cárdenas era nuevo para él porque tenía poco tiempo adscrito a Las Varas, sin embargo los defensores tramitaron un incidente de libertad por desvanecimiento de datos, pero le extrañó que a una diligencia de inspección de los extensos terrenos en disputa, en Punta Raza 1 y Punta Raza 2, en Monteón, municipio de Compostela, se notó la prisa del juez Hugo de la Rosa pues incluso hasta pasó por él a su oficina y se trasladaron juntos en su vehículo. Era el viernes 14 de noviembre y el fin de semana haría “puente” con el lunes 17 por el próximo aniversario de la Revolución.

Concluida la diligencia, a la que asistieron los abogados de ambas partes, Astorga recuerda que preguntó al juez por el trámite que seguiría pero éste le respondió que lo harían la siguiente semana, después del “puente”. De la Rosa le dijo que se vendría a Tepic, pero no fue así, sino que resolvió la liberación del empresario.

De acuerdo con el quejoso, al día siguiente Jorge Homero Soltero Muñoz, director de Control de Procesos de la Fiscalía, le cuestionó: ‘¡oye Astorga, ¿qué pasó ayer?, te vas a meter en una bronca, el fiscal está muy enojado’.

Soltero Muñoz le mostró el oficio de libertad dictado a favor de Cárdenas.

Sorprendido, Astorga le contestó que en su momento había apelado contra el citado incidente de libertad, pero le extrañó la advertencia de Soltero Muñoz porque quien liberó a Cárdenas era el juez Hugo de la Rosa, no él: “yo hice lo que me correspondía, apelé el incidente”, le dijo.

Pero entonces recapacitó en la prisa que tenía Hugo de la Rosa por asistir a la diligencia de inspección y de mentirle respecto a que el caso lo verían la siguiente semana. A Hugo le urgía resolver la liberación.

Tiempo más adelante, De la Rosa Morales tramitó un permiso por miedo a Veytia; al mismo Astorga le dejó entrever que altos funcionarios del Poder Judicial lo dejaron solo cuando la presión se hizo más fuerte.

Astorga deduce que hay magistrados implicados en ese asunto, cercanos a Ney González, y que todo ello debe salir a flote. Ha trascendido que el ex gobernador intercedió a favor del empresario a través de magistrados que le deben el cargo.

Astorga considera que se repartió mucho dinero entre funcionarios corruptos del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial, puesto que era imposible que Hugo de la Rosa hubiera decidido por sí solo la liberación en un caso con fuertísimos intereses económicos y políticos.

RECLUIDO CON ENFERMOS MENTALES

Pero alguien debía ‘pagar los platos rotos’ y que mejor que el más débil en la cadena: él.

Miguel Ángel Astorga recuerda una época que durante días enteros fue concentrado en la Fiscalía, primero en la dirección de Control de Procesos y después afuera de la oficina de Veytia, haciendo nada. Por ahí compraba algo de comida o a veces su esposa le llevaba los alimentos.

Ya entrada la noche, Willy le decía: “Astorga, vente mañana a las nueve”. Y ahí estaba otra vez a las nueve y en el mismo lugar podía durar hasta 12 horas esperando cualquier cosa.

Esa situación provocó que cuando el juez Filiberto Rojas dictó la prescripción en el caso Cárdenas Curiel, Astorga no se diera cuenta porque lo tenían concentrado en Tepic. Deduce que esa concentración fue un montaje para posteriormente incriminarlo.

El agente ministerial en retiro deslinda a Rojas de cualquier implicación y, al contrario, le agradece que en una ocasión le hizo saber que le fijaría una fianza por el asunto de desobediencia y resistencia de particulares, pero no contaban con otra maniobra de Veytia: a los pocos días de su consignación, Filiberto Rojas fue cambiado de adscripción y en su lugar puso al juez Manuel Núñez Verdín, quien cumplió puntualmente las órdenes del ex fiscal.

A Miguel Ángel Astorga le quedó grabada la preocupante expresión de un guardia de la penal cuando fue ingresado a la misma como probable responsable de resistencia y desobediencia de particulares: ‘¿lic., pues qué hizo?’, le preguntó, extrañado al saber que sería enviado al área de reos 7-1.

“Yo no sabía qué era el 7-1, pero es el área donde están los enfermos mentales, los locos, y hay como 50, imagínate…”.

La primera noche de su reclusión en la penal, Astorga se acostó en el área de barandilla al igual que unos 20 internos, pero al día siguiente fue llevado al terrible 7-1:

“¡Qué iba a dormir!. No podía ni comer, estaba en shock. Todo es insalubre y nos acostábamos en el suelo unos pegaditos a otros por la falta de espacio; el área 7-1 está en un pozo, hay que bajar escalones  y al fondo tienen a los más enfermos. Al menos me dejaron estar en la parte de la entrada. Hay muchas cucarachas y en la noche me ponía tapones de papel en los oídos para que no se me fueran a meter. Yo llegué con una cobija que mi familia me había llevado a la Fiscalía”.

Astorga pronto entendió que Veytia concentraba en el 7-1 a los internos por casos especiales para él. Ahí conoció a un muchacho que se la pasaba llorando; había tenido un problema con una pariente del fiscal y éste lo castigaba a su estilo. También conoció a un hombre que ganó un amparo pero justo el día que saldría libre unos reos protagonizaron una riña y  lo culparon a él; es decir, le abrieron un nuevo expediente por el delito de lesiones. Y así continuó preso.

El agente ministerial pasó varios días literalmente a la sombra. No lo dejaban asomarse ni para que le diera el sol, únicamente cuando era llevado a alguna diligencia de declaración. Deprimido, sentía enfermarse de los nervios y el miedo no era para menos. Un reo le comentó que podría salir hasta que ‘cooperara’, por lo que su familia le hizo llegar una cantidad de dinero.

Uno de esos primeros días de encierro a alguien le gustaron sus zapatos y ni modo de decir que no: se los entregó y durante un rato se quedó descalzo, hasta que un reo le entregó un par de tenis que aún conserva.

Describe que era evidente hacerlo sentir vulnerable por parte de individuos cuya sola presencia provocaba que los demás se alejaran. Eran las órdenes, platicar a solas con él de cualquier cosa, pero atemorizarlo.

Ya enfermo por la bacteria, al menos consiguió que lo trasladaran para la realización de estudios en el laboratorio Corominas, porque el dolor era intenso.

A través de un abogado tramitó un amparo por la situación de insalubridad en que permanecía y una noche se presentó una funcionaria de un Juzgado de Distrito que debía escucharlo personalmente. Las horrorosas celdas ya estaban cerradas y los reos acostados en el suelo.

Un guardia le advirtió: “así que presentó un amparo licenciado, ¿no sabe que el jefe se va enojar?”, en referencia a Veytia.

Desde el lugar que estaba, Astorga Medina describe que caminó lentamente, a zancadas, hasta llegar a la reja del 7-1, cuidando de no pisar a los reos que ya dormían; del otro lado estaba la empleada del Juzgado de Distrito para escucharlo: “ahí mismo me desistí del amparo. Le tuve que decir que todo estaba bien, pero yo tenía miedo, muchas veces estuve en riesgo”.

El ex agente ministerial precisa que fue dictado un auto de libertad por falta de elementos para procesar por el caso de desobediencia y resistencia de particulares, mientras que en el delito cometido por servidores públicos hubo oposición de un agente del Ministerio Público -que evidentemente acataba órdenes- para que no se le concediera una fianza, con el argumento de que podría darse a la fuga.

Astorga insiste que hubo muchas violaciones procesales, como el hecho de que los dos expedientes no se tramitaron en el nuevo sistema penal que ya estaba vigente.

Un día, notificado directamente por el nuevo juez Manuel Núñez, le cuestionó por qué le negaba la libertad bajo fianza, además de que le habían inventado los delitos. Y así asegura que le contestó el juez:

“Si me da la orden el jefe Veytia, te concedo la fianza”.

- Pero tú no dependes del Poder Ejecutivo, sino del Poder Judicial.

- Que me digan de la Fiscalía y te concedo la fianza.

“SALÍ LIBRE CUANDO VEYTIA QUISO”

Además de haber estudiado para abogado, Miguel Ángel Astorga es maestro de inglés y también toca la guitarra. Con esos argumentos y una vez cumplida con la ‘cooperación’, consiguió que le permitieran dar clases a otros reos, de Derecho y de inglés, y participar en el coro de la iglesia. Cuando menos le servía para distraerse.

Una tarde Veytia arribó a la penal y se hizo sentir su presencia: todos los reos fueron ingresados a celdas, con excepción de Astorga: quería hablar con él y fue llevado a la dirección. Recuerda que ahí estaban Willy, Soltero, Gamboa.

Veytia le repetía la misma pregunta que en una ocasión anterior le hizo, cuando aún no era consignado:

- A ver, ¿por qué no apelaste?.

Y Astorga le repetía que a él lo tuvieron concentrado en la Fiscalía muchos días y que ahí estaban Willy y Soltero para comprobarlo:

“Ellos dos no decían nada, ahí estaban callados pero no les preguntaba”.

- ¡A mí dime al chile por qué no apelaste!.

“Y yo le repetía lo mismo”.

Miguel Ángel Astorga fue regresado a la espeluznante área 7-1, hasta que más de tres semanas después de su reclusión, una tarde se le pidió que agarrara sus cosas, lo que pudiera: tomó su inseparable cobija y nuevamente se le condujo a la dirección. Ahí, el director Rafael Gamboa le avisó que sería llevado a la Fiscalía, con Veytia:

“Me subieron a una ‘perrera’ –un vehículo de la penal- y me llevaron con el fiscal. Gamboa se había trasladado en otro carro y ya estaba ahí, igual que Soltero, Willy y Dora.

“El fiscal me repetía lo mismo: ‘¿ahora sí me vas a decir por qué no apelaste?’. Y yo contestaba igual, le pedía que le preguntara a Jorge Soltero y a Willy, que estaban ahí”.

- ¿Te quieres ir?.

- Si.

- Te vas a ir, pero con una condición: te vas a encargar de ese asunto –el de Héctor Cárdenas- y lo vas a sacar adelante.

Lo singular era que Astorga ya no trabajaba en la Fiscalía porque, como lo narró, semanas antes lo habían hecho renunciar.

De hecho, recuerda que Veytia le preguntó si quería regresar a la Fiscalía y le respondió que no. Se sentía enfermo, sabía que traía un padecimiento delicado y le dijo que mejor tramitaría su pensión. Pero Veytia no lo dejaría ir y le dio dos opciones: o volvía a la Fiscalía o regresaba a la penal.

La primera oferta era mejor.

El agente ministerial durante un tiempo estuvo bajo atención médica, hasta que tuvo que reincorporarse a la Fiscalía.

Pero Dora Aimé no quería saber nada de él y lo envió lo más lejos posible: a la agencia ministerial de Jesús María, municipio Del Nayar, lugar en el que permaneció hasta obtener la pensión el año pasado.

Para Miguel Ángel Astorga, es indudable que el paso de Veytia por la Fiscalía merece una investigación detallada, a fondo, pero cree que difícilmente se realizará. Su dominio era total, de las cosas, del dinero, de las personas.

Recuerda que en aquellos días, en su oficina lo escuchó darle una orden a Dora Aimé que lo sorprendió: ‘¡diles que le pongan una madriza!’. Y la visitadora tomó el teléfono y mencionó una clave imborrable: ‘que le den tratamiento’.

La palabra ‘tratamiento’ significaría golpear, torturar, pero Astorga no sabe quién recibió la orden o quién sería la víctima.

Otra vez escuchó a Édgar Veytia por teléfono, enfurecido: ‘¡tú gente no sirve para nada, valen madre, son unos inútiles!’. Astorga supo después que el fiscal hablaba con un magistrado del Tribunal Superior de Justicia.

Aquella tarde –por la emoción no puede precisar si fue el 30 de junio o el uno de julio del 2016- al salir de la oficina de Veytia, caminando a solas, Astorga supuso que sería detenido afuera de la Fiscalía y prefirió caminar por la parte de atrás, por las oficinas de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal.

Su caso, como muchísimos más, es un retrato del inmenso poder del ex fiscal, que decidía quién debía estar preso y quién no: “yo salí libre cuando Veytia quiso”.

Por cierto, recuerda que Veytia le dijo que muchas personas habían hablado con él, intercediendo a su favor.

A cerca de dos años de su encierro, confiesa que no hubiera buscado a este reportero si Veytia continuara en funciones y no estuviera recluido en una cárcel de Nueva York. Por ello entiende a muchas personas que sufrieron despojos, tortura, y temen presentar denuncias.

Reflexiona que en el caso de Héctor Cárdenas hay toda una madeja de corrupción en la que participaron altos funcionarios del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial, o los ex gobernadores Ney González y Roberto Sandoval, aunque ahora todos se dicen inocentes, pero como ocupaban a un responsable en escena, no hubo otro más que él.

Pero se pregunta por qué el fiscal arremetió en su contra después de año y medio de registrada la liberación del empresario que, por cierto y es del dominio público, cuando se suponía que estaba preso en realidad se la pasaba fuera de la cárcel, en una casa, por lo que habría pagado fuertes sumas de dinero.

El mismo Roberto Sandoval Castañeda se tomó una fotografía con Héctor Cárdenas el 17 de marzo del 2016, durante la inauguración de la carretera La Cruz de Huanacaxtle-Punta Mita, municipio de Bahía de Banderas, cuya construcción adjudicó Ney González al empresario antes de dejar el cargo y mediante un cuestionado préstamo que autorizó el Congreso del Estado por 300 millones de pesos.

Con su denuncia, Astorga Medina busca sentar un precedente que, incluso, ayude a policías y a agentes del Ministerio Público. No quiere que nadie vuelva a vivir lo que él padeció: cárcel con delitos inventados, y espera no sólo que se castigue a quienes participaron en esa trama corrupta, sino que se le repare el daño causado, tan sólo por los gastos médicos por la infección que tuvo.

Aquellos dos expedientes que se le iniciaron terminaron en nada. Fue absuelto de todo.

Por cierto, sigue manteniendo con él los tenis que un reo le ofreció en la penal.

Son prueba de su historia.

(Miguel Ángel Astorga. Foto: Oscar Verdín/relatosnayarit) 

 

 

 

 

 

 

 

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