* Hay grupos de niños que se lanzan a los cañaverales para atrapar peces a mano limpia.
* Para un ex comisariado ejidal, el motivo del siniestro se debió a que las compuertas no fueron abiertas.
A unos 100 metros de la entrada principal de Mora, es decir, aguas abajo de la laguna que se rompió la noche del miércoles 26, un grupo de niños escenifican una estampa genial: todos enlodados, algunos sin camisa, en short o con el pantalón arremangado, tienen rato esperando a la clientela y la esperanza aumenta cuando los interroga un desconocido.
Para ellos, entre los siete y 12 años, es el segundo día de pesca, pero sin atarraya o anzuelo: “¡con las manos, mire cómo andamos rasguñados!”. No han ido a la laguna, donde sigue corriendo el agua gracias a los siete ojos de agua que la alimentan y es la razón por la que nunca se seca, sino que se han metido a los cañaverales y atrapado a los peces que quedaron en charcos.
Uno de los niños no quiere salir en la foto y se aleja unos metros, pero los otros ocho se quedan, felices, mostrando los peces, igualmente enlodados, producto de su trabajo. “¿Y dónde vamos a salir?”, interrogan con alegría, y se les deja la dirección de este espacio.
Ya pasa del mediodía y uno a uno agarra rumbo a su casa: Aldarir, José, Diego, Damián, Elmer, Salvador, Talín, Luciano y Jonás. Algunos con un costalito en la espalda y otros con los peces ensartados en alambre, porque ni uno solo vendieron a pesar de que, aseguraron, tenían buena oferta: cuatro pescados por 20 pesos.
Pero mientras esos niños están felices, al igual que otros menores y adultos que han encontrado la oportunidad de pescar en la laguna, el señor Alejandro Rodríguez Villanueva, quien fue comisariado ejidal de 2010 a 2013, explica que los daños no sólo se encuentran en las casas o en las calles del pueblo, sino también en la línea de agua potable, en el sistema de riego de una zona de parcelas, o en el turismo. “En el pueblo estamos tristes”, sintetiza.
Tras el tronido en la laguna y el boquete que se abrió de unos 15 metros, a un costado de la zona de compuertas, el agua cruzó por el pueblo y podría decirse que resulta milagroso que no haya habido víctimas humanas.
Alejandro Rodríguez explica que esas compuertas son nuevas y fueron instaladas durante su periodo como comisariado, en el que también se trabajó en el bordo de la laguna, por lo que no tiene duda: para él, lo ocurrido fue porque las compuertas no fueron abiertas a tiempo, a pesar de que la laguna estaba llena desde hacía días.
La laguna de Mora, que ahora sabemos en realidad es una presa, tiene una importancia extra para la economía del estado: hasta hace unos años sus aguas atendían las necesidades del Ingenio de Puga, quien continúa teniendo la concesión, asegura Rodríguez Villanueva.
Y si bien el ingenio en los últimos años se ha surtido de ojos de agua del ejido 6 de Enero, vecino a Mora, la laguna continúa representando una ubicación estratégica para cualquier necesidad de agua de la citada industria.
Es decir, las obras de restauración en la laguna no pueden esperar mucho tiempo, e igualmente los trabajos en el interior de Mora, en sus calles y en las casas que presentaron daños materiales.
Trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad evalúan los daños que le tocan: las líneas y postes derribados.
Lo sucedido seguramente motivará que no se realicen construcciones cerca del arroyo por donde descarga la laguna. Si ya ocurrió una vez, podría volver a pasar.
Pero por lo pronto, la pesca continúa, por trabajo, por necesidad o por diversión. Así, un costal vacío es suficiente para que una señora y su nieta agarren cada cual un extremo e intenten atrapar los peces en la corriente de agua colorada.
(Fotos: Oscar Verdín/relatosnayarit)
En Mora: la felicidad de niños y la tristeza de adultos
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