* “La decisión de donar es de cada quien, pero cuando alguien va morir, una forma de vivir un poco más es dándole vida a otras gentes donando los órganos: un riñón, un ojo, la piel y otras partes del cuerpo”, comenta este joven que ha cumplido 14 años con trasplante de riñón.
El 26 de enero del 2004, el niño Daniel Macías Bustos, de tan sólo tres años de edad, fue trasplantado de riñón en el Centro Médico de Occidente, en Guadalajara, Jalisco, y en ese tiempo habría sido el nayarita de menor edad con esa condición.
El reto del personal médico del Seguro Social no era cualquier cosa puesto que, además, el riñón donado era de su papá Jesús Adán; es decir, un adulto, pero el trasplante no podía esperar porque su salud decaía por la insuficiencia renal.
La intervención médica fue exitosa, pero faltaban los cuidados para que el órgano no fuera rechazado, lo que significaba otra situación singular ya que se trataba de un niño de tres años que no entendía las indicaciones. Por ejemplo, su mamá Sonia Bustos Sánchez recuerda lo que batallaba para que su hijo no se quitara el cubre boca, tan necesario para protegerse de alguna infección que dañara el nuevo riñón.
Ahora adolescente 17 años, cumplidos el pasado diciembre, Daniel es un joven que estudia preparatoria y que frecuentemente acude al parque La Loma para deslizarse en una patineta, algo que le apasiona. El mediodía del sábado tres ahí fue encontrado, 14 años después de una visita a su casa, de este reportero, en el INFONAVIT Los Fresnos:
“Vivo cada día no como si fuera el último. Todos los días son excelentes para mi, con una vida balanceada”.
Daniel tiene claro que al concluir la preparatoria, donde cursa el área de Programación, le gustaría estudiar robótica con la intención de crear cosas que ayuden a personas en situación de alguna discapacidad.
Sobre la escasa cultura de donación de órganos, opina:
“Yo quisiera ayudar para que muchas personas cambien su forma de pensar. La decisión de donar es de cada quien, pero cuando alguien va morir, una forma de vivir un poco más es dándole vida a otras gentes donando los órganos: un riñón, un ojo, la piel y otras partes del cuerpo. La lista de personas esperando una donación en los hospitales es muy larga. Es mejor donar, sería de gran ayuda si todos donáramos”.
A las palabras de Daniel habría que añadir que muchas personas mueren en la espera de la donación de un órgano.
Pero el trasplante de riñón no ha sido la única operación de alto riesgo que ha enfrentado este joven: hace cerca de tres años se le colocó una válvula en el corazón, debido a una complicación que venía arrastrando desde niño. Su mamá precisa que cada 10 años tiene que ser cambiada esa válvula.
Sonia Bustos agrega que el gusto de su hijo por patinar fue algo a lo que inicialmente se opuso, por miedo a que se lastimara y pusiera en riesgo el nuevo riñón; varias patinetas de plano se las escondió, pero todo ello resultó en vano: el niño quería empujarse en el pavimento, deslizarse.
El mismo Daniel recuerda que un día, ayudando a acomodar el árbol de navidad, justo ahí encontró la patineta que supuestamente su mamá ya había vendido.
Pero el temor de Sonia tiene sustento: ya una ocasión Daniel se fracturó una mano, al caerse de la patineta en el parque La Loma. El muchacho recuerda que una señora cruzó por la pista sin ningún cuidado y, al evitar arroyarla, provocó que él se cayera.
A lo largo de su vida, Daniel ha aprendido a cuidarse, a saber cuales alimentos y bebidas debe consumir o rechazar. Uno de estos últimos es el alcohol porque dañaría directamente al riñón trasplantado. Pero cuenta una anécdota: no hace mucho tiempo sintió curiosidad por experimentar al menos un día tomarse una cerveza. Y sorbió pero inmediatamente escupió. Volvió a intentar y el resultado fue el mismo: no le gustó.
Daniel tiene un hermano mayor, Eduardo, que está terminando sus estudios en la Universidad Tecnológica (UT) de Xalisco, y quien lo anima si lo ve decaído:
“Eduardo siempre me ayuda a ver el lado positivo de las cosas, más que el negativo. Me ayuda mucho”.
Daniel acude unas dos veces por año para revisión en el Centro Médico de Occidente. El riñón se encuentra en buen estado.
El trasplante de Daniel es ejemplo de la importancia de la donación de órganos, no sólo entre familiares, sino cuando se llega a estar en un escenario de posible e inesperada donación, como en los casos de muerte cerebral por diversas circunstancias, por ejemplo a raíz de accidentes vehiculares o impactos de bala en la cabeza; es decir, en que el paciente es mantenido con vida artificial.
Personas trasplantadas han comentado a este reportero la importancia de que quienes desearían ser donadores de órganos lo comenten en sus familias para que, si desafortunadamente llega a presentarse muerte cerebral, pueda cumplirse el deseo y facilitar la donación.
“¡Espéreme!”, pide Daniel antes de montarse en su patineta. Algún problema tiene que solucionar en una de las llantas antes de dar una breve exhibición.
Finalmente se desliza, al igual que otro puñado de jóvenes, algunos de los cuales utilizan bicicleta, que no sólo se proyectan por las pendientes para cumplir sus acrobacias, sino que brincan por escalones y tubos.
Entre ellos está Daniel, gozando su juventud. Pocos se imaginarían, viéndolo ahí con toda energía, que es un joven trasplantado de riñón.
(Fotos: Oscar Verdín/relatosnayarit)
Daniel, aquel niño trasplantado de riñón, llama a la conciencia para donar órganos
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